INDIO
GRIS
FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2001 NO SABEMOS HABLAR PERO LO HACEMOS
EN VARIOS IDIOMAS INDIO
GRIS ES PRODUCTO INDIO GRIS Nº 66 AÑO II EDITORIAL Todo
lo he intentado. Transformarme en satán, Andar
a tientas, acercarme sin miedo, A
veces intentaba el misterio, la burla. Llegamos
a estar todos castrados y, Después
quise ser el invierno, Un
cero cruzado por la muerte. En
mis intentos he viajado. De país en país, Y
así fustigado, violentamente, por deseos, Centrar,
hacer un gol de media cancha, una mujer, más allá de los silencios y el ardor. Carmen
Salamanca recita a Menassa LLEGAR, QUERIDA, LLEGAR Estoy
llegando, como siempre, gota a gota, A
fin de mes, mi amor, para llegar, pruebo volando. Alas,
Dios, para llegar hasta mi amada a fin de mes. Después
pasan las horas y arañando un sentido,
QUERIDA: El jueves fue el día del homenaje artístico a las MADRES DE PLAZA DE MAYO. Fueron cuatro horas de canciones y poemas, casi una orgía sangrienta, donde muerte y canción, también, eran el viento. Fuimos torturados y muertos varias veces en esas cuatro horas. También nosotros, matamos sin cesar. Yo, como siempre me pasa en esos casos terminé alucinado. Cuando volví a casa le dije a Ella que el mundo es una mierda y que nosotros no habíamos entendido casi nada de la vida y que estábamos todos, en verdad, un poco locos. Ella trató de despertarse sin conseguirlo del todo y entre sueños dijo dos o tres veces: - ¡Viva Perón! y ¡Evita Montonera! Yo la sacudí, suavemente, y le dije: - No te hagas la dormida, nena, que te quiero decir que el mundo se hunde, se desploma, que ya quedan muy pocos en el mundo, que ya estamos ¡tan solos! - Ven -me dijo Ella-, pon tu loca cabecita entre mis piernas, no ves que tu mirada me hace temblar. - Déjame, nena. Quiero decirte, que tengo la cabeza llena de personas muertas y descuartizadas. Manos cortadas en el momento de pulsar una guitarra, gargantas arrancadas en el momento de cantar, pechos destrozados en el momento de dar de mamar. Te digo, nena, tengo la cabeza reventada de sangre y de pus. Niños asesinados a patadas antes de nacer. Hombres y mujeres muertos, o mutilados, o inmensamente tristes a punto de morir. Ella, mientras yo moría mil veces sin morir y lloraba como un maricón en los renglones anteriores, había apoyado con cierta firmeza sus nalgas contra mi pubis. Yo amaba esas nalgas, ese culito de papá, como tantas veces se lo había hecho. Nalgas abiertas sin escrúpulos y recordé que por ese culo yo había dado más de la mitad de mi vida, pero justo en ese momento...... A mí la muerte me había helado el alma y se lo dije: - Mi amor, hoy 30.000 desaparecidos tironean de mi pija para abajo, para los túneles secretos, para abajo, querida, para las tumbas secretas, para abajo, querida, una caída, te digo, donde la muerte te hiela la sangre. Hoy los vi morir, una vez más, a todos. Tócame -le dije, para que no desconfiara en semejante cementerio. - Querida, el sexo no existe. Y ella, me tocó; suavemente, primero con el dorso de la mano jugueteó con mi pelo pubiano casi hasta la risa o hasta la excitación, después, con la palma de la mano me acariciaba por debajo de los huevos, haciendo llegar, muy delicadamente, sus dedos más finos y largos hasta mi pequeño culo, cerrado por el terror y, sin tocarme la pija, directamente, me la chupó. Y mientras su lengua se movía desesperadamente contra la muerte, llegué a pensar que esta vez, ella era la que tenía razón. Me dejé llevar por el ritmo que marcaba su lengua contra las heladas sombras de mi noche y comencé a moverme lentamente. Ella, agradecida, se abalanzó con su boca contra mi boca y me besó largamente, después entre gemidos y llantos se apretaba fuertemente a mí y me decía: - También fue mi patria, yo, también, estoy muerta: ¡ámame! La abracé fuertemente, y así nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente me levanté pensando en una gran clínica psiquiátrica, con lugar para todo el mundo, también, para los muertos. Metido en un infierno, trato de hacer llegar algún poeta estas palabras de mi fuego. La cabeza está a punto de estallarme en sí misma, los llantos de toda la humanidad se concentran hoy en mis manos. El dolor perfecto de un billón de madres llorando a sus hijos muertos para siempre. La tierra entera ensangrentada, llorando desesperanzada por la violencia sin límites de sus hijos. Mi desesperación no tiene límites. Me dejo caer en los brazos de un tango y la caída llega hasta la tumba de mi padre. Aquí estoy, padre, he venido a develar los últimos secretos del ser de la poesía. Me recuesto a tu lado y soy esa ceniza gris que vuela entre mis versos camino de la verdad. Este cielo mío, que padezco. Un cielo sin Dios, sin paraíso, sin retorno. Acontezco en tu ser como una antigua momia egipcia, y me desvanezco entre olores de jazmines y anises palaciegos. Busco en tu nombre el recuerdo de alguna grandeza y me encuentro conmigo mismo en el centro de tu corazón. Toda historia que salía de tus labios era para sostener mi nombre en el espacio. Un hombre alto, fuerte, hermoso, por esas cosas de la poesía, todo el desierto estará en tu mirada. Toda ciudad, toda guerra se aferrará a su escritura para no morir. Este fin de siglo se escribirá un poema que tendrá que ser vivido durante dos mil años para comprender su esencia de futuro. Ha pasado la tarde y los gusanos piden su lugar en la tumba de mi padre, beso por última vez los labios de mi padre cayéndose y, con elegancia, parto sin destino hacia tus brazos.
- Doctor, sabe una cosa, puedo llegar a ser una escritora genial. Ayer a la tarde le dije a mi marido que me había acostado, perdón por la palabra, con usted, con mi psicoanalista. Y yo, sabe doctor, asombrada, con los ojos abiertos por sus gritos le pregunté: - ¿Por qué, querido, es más grave que haya sido con mi psicoanalista? La pregunta detuvo mi corazón, mi pensamiento, la pregunta estaba dirigida a mí. ¿Por qué? me pregunté yo a mi vez, habrá de ser malo hacer el amor con el psicoanalista, y entonces le pregunté a Ella: - ¿Y cómo le fue? - Pero si todavía no hemos hecho el amor, doctor, qué me pregunta. - ¿Cómo le fue? ¿ Sintió acaso deseos de morir, deseos de ser otra? - No, doctor, usted ya sabe cómo me fue, se lo digo yo, para que usted no se gaste. Si hiciéramos el amor a mí, su pequeña reina, me iría mal, yo sólo puedo con mi madre, con Ella en general, con la Muerte, con usted, si fuera capaz de llevarme toda la vida con usted. Pero usted es más que un cobarde, usted es una fruta madura a punto de pudrirse, ya casi no desea y sin embargo este arrebato que siento por usted... Pero no, no podría. Y a usted, doctor, ¿cómo le fue? - Hasta aquí y sin saber del todo por qué, te he complacido más de lo que tu propia salud mental podía soportar, sin sufrir los desequilibrios que en el momento actual te aquejan. Yo he sido tu madre y, ahora, te pasa como a ese niño que la madre tiene en sus brazos hasta los siete años y después lo lleva al médico porque el niño tiene un retraso para caminar. Acepto sin dilación tus reproches a mi trabajo, por no haberme dado cuenta antes de semejante situación entre nosotros, para poder decirte inmediatamente, que en muchas otras oportunidades hablamos estas mismas palabras y quiero recordarte, que tú rechazabas la idea, te ponías muy nerviosa, encendías un canuto y por fin me decías que me dejara de decir tonterías y que si yo seguía trabajando de esa manera tan brutal, no me volverías a pagar nunca más cinco mil pesetas la página. Hoy no podré llegar hasta el final, hoy será preferible que guarde cierto silencio, ella ya dirá cuando diga. Señor, somos las tristes marionetas amordazadas. El tiempo se ha roto, las horas huyen despavoridas unas de otras. - Ha llegado el amor. Los minutos son siglos, usted es el sol; su calor llega a mí desde lejos, cuando estoy enamorada, su luz, me acompaña todo el día y gran parte de la noche en mis sueños, por eso, doctor, yo prefiero odiarlo, alejarme de usted, olvidarlo.
Antes de que ella dejara de llorar yo le decía: - Hoy, mi amor, hoy dame lo imposible. Y ella se acurrucaba a mi lado y comenzaba a soñar y hababa en voz alta para mí y ese era otro polvo que nos echábamos. Y después aún, a punto de despedirnos, yo le decía: - Tócate la concha. Cómo te la vas a tocar mañana cuando hablemos por teléfono. Vamos nenita tócate la concha. Sí, así, así como te hago yo. Y ella me miraba con la boca entreabierta, las piernas entreabiertas y sus ágiles manos, frenéticas, sobre su sexo otra vez vivo, empapado de goce. Y ahí es cuando comienza a decir entre desesperada y feliz: - No puedo más. - Y sigue jugando con su sexo e introduce, apenas, la yema de sus dedos. Eso que hace la desespera casi hasta el horror y grita: - No puedo más, quiero que alguien me rompa la concha. No puedo más. Y sigue jugando con su sexo e introduce apenas la yema de sus dedos y yo tengo la pija dura como un hierro, pero siento que es muy pequeña para esa concha soñadora, y me mojo toda la mano derecha con saliva y me meto entre sus piernas y ella sigue jugando con su sexo, cada vez, más caliente y cuando, nuevamente, como agonizando dice: - No puedo más, que alguien me rompa la concha. Ahí junto todos mis dedos, unos contra otros, y mientras le digo: - No, nena, no. ¿Pero quién te va a garchar ahora? -le voy introduciendo, lentamente, toda mi mano adentro de su concha y ella goza como una loca y se revuelca y yo le grito: - No, no quiero, no quiero -y le sigo metiendo la mano, lentamente, y ella grita y grita y grita los nombres de todos sus hombres amados y yo le meto la mano hasta el fondo y luego nos quedamos como tranquilos, como enamorados. (continuará en el próximo número)
1 Al principio, atemorizados, cabíamos todos en una lata de sardinas y, ahora, resulta que no cabemos en el mundo. 2 Se trata de ver quién vive más. En definitiva quién entierra a quién. Todas las relaciones de sarcasmo a partir de los 40 años tienen que ver con esa apuesta. El que vive más, aunque sólo fuese un día, justifica cualquier perversidad corporal. ¿Quién podrá burlarse de mis kilos de más en mi cumpleaños 85?. Llegar a los 100 años, sin corazón o con un pulmón menos, igual es noticia para la televisión. El cuerpo es el cuerpo, siempre igual, lo que cambia es la mente. El cuerpo en el orden de la pulsión no envejece, lo que envejece son las relaciones. Y soy feliz cuando me levanto a la mañana y estoy vivo. 3 Vendamos el alma por un instante de goce y seremos esa nada, esa irregularidad. 4 Hoy
he hecho un trato con ella. 5 En los encuentros más puros, siempre hay una cuestión de dinero no resuelta. 6 Si tolero no ser el que fui, puedo ser feliz. 7 Cuando estoy en el mundo de las cosas no tengo que poder siempre; a veces, tendré que pensar. Estimado Señor Director: Escribirle me produce zozobra desde el primer momento, pues ya dudé en la manera de dirigirme a usted. Quise poner pies en polvorosa, pero la insistencia de errores al teclear me empuja a continuar. Dos infinitivos seguidos me recuerdan una frase del último Indio Gris: "Antes de fin de año, mi pequeña, quiero hacerle saber que ya no volveremos a estar los dos a solas." Transformar el dolor en futuro, el goce en deseo, es tarea para ya mismo aunque, a vecess, parezca que duele. Gracias por existir. Carmen Salamanca. P.D: Al final, me parece que le escribí a mi psicoanalista. Perdón, por la confusión, y gracias.
Querida Carmen: ¿Porqué no le pide una sesión más a su psicoanalista y así puede escribirme una carta? El Indio Gris. A ESCOLA DE PSICOANALISE COMUNICA A ENTREGA DO psicoanalista rio-grandense que trouxe a Escola de ESTO ES PUBLICIDAD LLANTOS DEL EXILIO Autor: Contiene
trece láminas con algunos de los mejores cuadros de la obra de Miguel
Oscar Menassa. |