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GRIS
FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2001 NO SABEMOS HABLAR PERO LO HACEMOS
EN VARIOS IDIOMAS INDIO
GRIS ES PRODUCTO INDIO GRIS Nº 67 AÑO II EDITORIAL A 18 días de cumplir 61 años y no sé qué decir. Para festejar mi 60 cumpleaños escribí 4 de mis mejores poemas pero esta vez no tengo muchas ganas de festejar o, bien, no me animo a enfrentarme con los poemas del año pasado. Siento, por momentos, no poder superar aquel encuentro con las palabras. Fue una entrega total, llegué a ser otra palabra más. Tenía la capacidad de unirme a todo lo que vivía en mí pero, como en el caso de las palabras, en miles de combinaciones diferentes. Cada día era otro a condición de ser de la palabra. Y no es el único problema que tengo, hoy ella pasó a mi lado y dejó caer emotivamente: - No puedo amarte porque sé quién eres. Yo tuve ganas de decirle: "Frente a ti nadie soy, puedes amarme", mas preferí callar, hundirme en pensamientos donde el futuro me deparaba sorpresas agradables y entonces le dije: - No es para tanto... Y como yo quedé suspendido, ella se valió del "No es" de la frase y desapareció. Después, y para confesarme del todo antes de cumplir los 61 años, tengo problemas vocacionales: Trabajo de psicoanalista, escribo versos y pinto algún cuadrito y el asunto me gusta apasionadamente pero, en realidad, día a día me voy transformando en un administrador de empresas. Y, tratándose de mi caso, no se trata de dejar algo para poder hacer otra cosa. Se trata de saber sumar con elegancia varios destinos, como vivir la vida de varias personas pero en mi vida. Y con los amigos que me rodean terminaré siendo un productor cinematográfico, un escritor de guiones para cine y obras de teatro. Con un poco de esfuerzo por mi parte, a los 61 años podría comenzar mi carrera como actor de cine, fundar junto con Antonia San Juan una escuela de actores y me veo, después de cumplir 61 años, impartiendo alguna conferencia, recitando algún verso... No sólo me veo pintando, esta vez, también me veo vendiendo los cuadros pintados, me veo comiendo mi paella, mi lomo alto, mi lechuga rebelde, recuerdo entre sabores la dureza del pepino, la pasión del tomate. Mis calamares fritos, mi cocido de invierno y, con nostalgia, mi entraña preferida. Me veo bebiendo mi cerveza, mi reserva del Duero. Y si algún periodista preguntara por eso, me veo, me veo a los cien años haciendo el amor con las mujeres. Y como dice el poema, sin el cual la vida no es posible, "una detrás de otra o, bien, todas a la vez". Y no sólo me veo a los cien años, mañana mismo me veo, la semana que viene me veo haciendo el amor con las mujeres y como dice el poema, sin el cual la vida no es posible: una detrás de otra o, bien, todas a la vez. Y si viniera la Medicina a prohibir mi cerveza, mi vino, mis calamares fritos, mi entraña dolorida, mi tomate caído, mi paella, mis guiones, mis nostalgias, y si vinieran, me digo, a no dejarme amar mujeres en bandadas y a solas y partidas y esos jamones infinitos que sólo aman del amor las despedidas y el golpe y la caricia. Y si vinieran a prohibir mis brujas, mis fantasmas de amor, mis polvos, mis grandiosos polvos de poeta enamorado del amor, si alguien viniera, yo mismo en cuatro saltos y en un sólo golpe de dados, inventaría la nueva medicina y ¡OLÉ! Cruz
González recita a Menassa En el intento En el intento de darte
todas las horas Caminé, como un poseído,
todos los caminos Y tú a veces reías y
contabas para mi bien Y en tus frágiles sueños
yo era un caminante, 15 de enero de 1978, Madrid Querido: La historia del hombre es una larga historia, una especie de pájaros entre pájaros, todo vuelo y misterio, todo lejanía. Y sin embargo, el mundo es uno solo. Relativo, solo en sus confines, en los límites con la nada todo sistema se hace relativo, huye de sí y lo sabe, no tiene escapatoria, pero a esos confines no llegó ningún hombre. Por ahora, el mundo es uno sólo. Ahora, intento reponerme. Estoy convencido, los dioses me molestan menos que los neuróticos. Si no podemos ser hombres, por lo menos seamos dioses. Lo peor del neurótico: su sorda manera de repetir. Su boca siempre abierta. Su incapacidad para ser otro. Su veleidad. A mí cualquier tontería me hace bien, a veces pienso que debería ser más exigente, pienso que ciertos vaivenes de mi ser son absolutamente innecesarios. Sé por otra parte, que lo innecesario, en 100, 150 años, puede llegar a producir algún daño irreparable. Tengo, en este momento, una especie de infierno entre mis manos. Soy el apocalipsis del sentido, una alteración definitiva del orden. Tengo la posibilidad de la metamorfosis, soy humano.
- Mire, doctor, lo que a mí me pasa es que comienzo a tener una manera distinta de mirar las cosas de la vida y del amor y en esa nueva mirada veo que, en mi vida, todo estaba encadenado. No que los seres amados me ataban a ningún vacío, sino que tanto los seres amados como yo, sometidos por la falta de dinero, vivíamos encadenados a mil ilusiones. A veces, todo se reducía, por largos meses, a intentar encontrar el modo de producir dinero suficiente para la comida y esas cosas. A veces, cuando hacíamos el amor, después nos preguntábamos, casi llenos de culpa, cuánto dinero habíamos derrochado en ese encuentro de amor. Encuentro de amor que, al ser sometido por la pregunta a leyes que no consideran su existencia, se transformaba en otra cosa. Llegué a pensar, cruelmente, que, de seguir por ese camino, nos terminaríamos quedando sin amor y sin dinero y sin saber cuál de las dos carencias era la peor. Cuando alguno de nosotros podía levantar la cabeza, simultáneamente, debía soportar ver caer tres o cuatro cabezas compañeras. El grotesco espectáculo sorprendía de tal manera a quien había levantado la suya, que la parálisis de no saber cómo seguir ahora, duraba el tiempo suficiente como para que algún otro lo viera caer estrepitosamente, junto con su cabeza, antes de poder usarla. Sin cabeza, o bien con la cabeza tirada por el suelo, o la dignidad humana, de la cual tantas cosas hablan tantos libros, tirada por el suelo; o el orgullo de haber sido bien parido, por muy amado por mi madre, tirado por el suelo; para lo único que, a veces, teníamos voluntad era para contabilizar las sonrisas, como si fueran horas de trabajo. Pensábamos que algún día alguien, entre sonrisa y sonrisa, nos daría de comer. Peleábamos por un salario justo, un ocio placentero, un amor apasionado y todo tiene que ser realizado en menos de cinco años. Después, me imagino, vendrá el cine. Y yo, tímidamente, le dije para concluir: - ¿Y no se les ocurrió nunca trabajar?
Ella me pregunta: - ¿Te gustó? Y yo le contesto: - Todo. Ella entonces dice: - Me voy. Pero ahí se da cuenta que, aún, no le he dado mi semen. Y mi semen para ella es de lo más importante. Su existencia hace, de cualquier encuentro, un encuentro maravilloso. Su falta puede transformar una maravillosa noche como la de hoy, en nada. Yo, que conocía el modo en que ella pensaba el universo, inmediatamente cuando ella me dijo, "me voy", y se dio cuenta de lo del semen, yo le dije: - Ven, nenita. Ella se daba cuenta de lo que había pasado pero, en lugar de venir, se mete en el baño como para irse pero no todavía, ya que sale rápidamente del baño y comienza una conversación aparentemente sin importancia sobre tres o cuatro mujeres que, generalmente, la ponen muy celosa. - Y dale con fulanita. ¿Viste las tetas que tiene? Y cada vez que te ve, parece que te las diera a chupar. ¿Y viste la boca que tiene? me la imagino chupándote el culo y me vuelvo loca de celos, eso es lo que me pasa. Y cuando en las fiestas le hablas al oído a esa otra putita, siento que le dices que le vas a chupar el coño, que se quede tranquila, le dices al oído, que tú después se lo vas a chupar. - ¿Te imaginas? -me dijo a mí, mirándome la polla a ver si lo que estaba hablando había hecho sus efectos. A mí, aunque todavía no se me notara en la polla, pene todavía, me había hecho sus efectos. Ella era capaz de vencer sus celos invencibles por un poco de mi semen y eso era lo que me conmovía. - Me imagino -le dije- con tantos deseos que tienes, el trabajo sexual de la semana que viene, con tantos coños, tantos culos, tanta magnífica luz desparramada por todo el universo, me imagino un pequeño cabaret en Londres, donde tú y tus mujeres amadas bailan para mí. Y ahí era cuando ella enloquecía y a mí se me ponía nuevamente como un hierro. - No hables de bailes, hijo de puta. Cómo movían esos culos para dejarte helado, para matarte de un infarto, hijo de puta. Ahora te la vas a tener que follar. Fóllatela, te digo que te la folles. Y yo le acercaba la polla, enorme, hasta el coño pero no se la metía, jugaba de arriba para abajo, alrededor y ella de pronto me pedía, me suplicaba: - Por favor, métesela, por favor, mira qué linda que es, mira cómo se abre. Y ella misma se abría. - Mira cómo te espera. Y ahí yo se la mandaba a guardar, como se decía en mi barrio, hasta los huevos y ella me llamaba con el nombre de todas mis mujeres, y yo las veía tan hermosas follándose a dios, pariendo el Universo. Ella, en los bordes más extremos de su humanidad, me separa de ella, casi cuando estaba por acabar y me da vuelta en la cama con el culo para arriba. Yo, que tenía la polla como una moto nueva, le chupé el culo con frenesí y a medida que el culo se le abría como una flor, ella gritaba cada vez más alto: - A ella no, a ella no. Y fue ahí, me parece, que yo le dije: - Sí, me la voy a follar a ella. Y eso la enloquecía más aún y más se abría para recibir el amor y yo no pude más y le dije: - Me la voy a follar por el culo. Y se la metí toda de golpe y ella gritaba y decía: - No, no. Y gozaba como una bestia embrutecida y yo le pegaba pequeñas palmaditas en las nalgas y ella ahora gritaba: - Mátala, mátala a esa hija de puta -y ahí se relajaba y decía mientras recibía mi semen: - Te amo, mi amor, te amo, yo también la deseo. Yo ahora por fin me tranquilizaba, de ella nunca supe si se tranquilizaba, pero al recibir como trofeo, mi semen, se llenaba de amor por mí, y ese amor que sentía en ella la tranquilizaba. FIN
1 Yo no pienso tragarme el anzuelo. La vida, todavía, no la hizo nadie. Y a cualquiera que quisiera empezar, le costaría un trabajo relativamente grande lograrlo. 2 El desgaste no es de las células nerviosas, el desgaste es de lo que rodea la célula nerviosa, es decir, de las relaciones sociales. 3 Un psicoanalista cura más por lo que es que por lo que dice. 4 Aléjate hasta que te vea. Vuelve a pasar para perderte. 5 De ellas, este siglo, siempre se sabe cómo van a reaccionar. Si uno soporta la inestabilidad permanente de su carácter, es relativamente sencillo conducirlas. 6 Dos vidas atándose brutalmente una a la otra, no son dos vidas. 7 Veo
abrirse un futuro en mis entrañas, Soy
el loco siglo veinte, tengo miedo de mí. Todo
está calculado para mí, menos mi ansia. Cuando
escribo, se rompen los relojes Querido Indio: Gracias
por habernos acompañado a lo largo del verano Un beso. Lectora 11.969 ESTO ES PUBLICIDAD
LLANTOS DEL EXILIO Autor: Contiene
trece láminas con algunos de los mejores cuadros de la obra de Miguel
Oscar Menassa. |