Revista semanal por Internet Indio Gris
Nº 82. AÑO 2001 JUEVES 20 DE DICIEMBRE

poesía cartas de amor psicoanálisis erotismo política o basura cartas al director

FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2001

NO SABEMOS HABLAR PERO LO HACEMOS EN VARIOS IDIOMAS
CASTELLANO, FRANCÉS, INGLÉS, ALEMÁN
ÁRABE, PORTUGUÉS, ITALIANO Y CATALÁN

La danza Interminable

INDIO GRIS ES PRODUCTO
DE UNA FUSIÓN
EL BRILLO DE LO GRIS
Y
EL INDIO DEL JARAMA
LA FUSIÓN CON MÁS FUTURO DEL SIGLO
XXI

Indio Gris


INDIO GRIS Nº 82

AÑO II

EDITORIAL

Lo digo antes que me lo pregunten.

Estoy impresionado, lo que pasa en el mundo
me sobrepasa.
Hay días que no se escucha
otro ruido que el fragor de las batallas.
La música es el llanto de un niño
pidiendo pan.
Sólo amo la piedra que me protege
de las balas enemigas.
El hombre actual sólo desea
tener un arma
más poderosa que el enemigo.
El hombre actual quiere ser Dios
mas no consigue tanto.

Para imponer el bien utiliza el mal,
todo lo perverso, los asesinatos.

Para imponer el bien olvidan la belleza
y con la libertad hacen una bandera
para luchar contra la libertad.

Vivo un poco impresionado
y sin ser pesimista, puedo asegurar,
que el hombre ya no puede dormir,
lo persiguen aviones incendiarios,
mapas extravagantes de ciudades
secretamente ocultas en la piedra.

Lo persigue el aliento de un tigre,
debajo de las sábanas, en el aire.

Lo persigue su odio, el odio de las víctimas
y  no puede dormir porque en las noches,
el odio de los asesinos lo persigue.

Y nunca está tranquilo
ni cuando come, ni cuando vomita.

A veces está tranquilo con su amada,
atravesando el domingo en sobremesa
y desde la televisión, previo consenso,
le envían un misil súper-inteligente
que sólo mata niños jugando en la vereda
o madres distraídas en el supermercado
o a los pobres ancianos en la silla de ruedas.

ALTERADA MI VEJEZ POR TU CANTO

Alterada mi vejez por tu canto
recuerdos de tu cuerpo hablan por mí.
Antiguos matices de libertad,
algo en nosotros vibra de pasado.

Envuelto en delicadas hojas vírgenes,
en silenciosos pergaminos de la nada.
Te escribo al estilo de los grandes poetas:
fui para vos el más infernal de los amantes.

Nada en mí cantaba si no era por tu cuerpo
o partes de tu cuerpo o cuerpos de tus ojos,
eso cantaba en mí, amor, bajo tu canto.

Después caprichos y locuras se llevaron el alma.
El cuerpo enloquecido fue creciendo voraz y
nos comimos, en silencio, todas las palabras.

QUERIDA
SOY EL ESCRIBIENTE DE MÍ:

Suelo por las tardes tenderme sobre páginas blancas.

Comienzo mi baile con contorsiones infinitas como de danzas. Músicas, totalmente, perpendiculares a mi fortuita manera de amar.

Corazones distorsionados por pasiones mal-habidas y crueldad. Pasiones exaltadas y antiguas se refugian en tu mirada.

Son los dioses de la bondad y la tristeza en tu piel.

Como si las serpientes bellas de la noche en el enjambre de la dicha, en los encuentros nocturnos y la realización de algún deseo infantil y el olor a pan quemándose para que todos oliéramos a pan. Ahora, una gran guerra se desencadena sobre las vertientes más claras del amor. Allí, precisamente, donde la nieve es Ella.

Aunque no deje de besarla, sus ojos se desploman, llegan hasta mi piel sedientos, casi sin mirada. Y para despedirme te recuerdo que nunca sé, exactamente, qué debo hacer. Estoy parado en el centro del habla. Cuando camino se mueven todos los sentidos. Cuando escribo, nada es seguro de ser, ni nuestro amor.

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- Estoy descontenta -me dijo ella en cuanto llegó-, no quiero hacer nada con ella; ella a su vez no quiere hacer nada con la otra y la otra no tiene nada que hacer, ni conmigo, ni con ella. ¿Me entiende, doctor?

Y yo, con tacto, algo le respondí:

- Creo entender -le dije- que tres sesiones semanales le son insuficientes. Continuamos la próxima.

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Walter salió desnudo de la cocina con el vaso de ginebra con hielo en la mano y se metió en el baño; para hacerlo tuvo que pasar por donde estaban sentadas Silvia y Ester.

Al verlo, Silvia hizo una sonrisa, y Ester dijo sin reparo y sonriendo:

- Era verdad eso que me contaste, que Walter siempre se desnudaba al llegar de la calle.

Y Walter, antes de meterse en el baño, y dirigiéndose a Silvia, le dijo:

- También le habrás contado cuales son mis puntos débiles, ¿no?

Y mientras Walter ahora sí cerraba la puerta del baño, Silvia le gritó:

- No, eso no se lo conté, eso lo vino a comprobar ella personalmente.

Picada por la curiosidad, Ester preguntó con una sonrisa y con una voz muy seductora:

- ¿Cuáles son, querida, los puntos débiles de tu marido?

- La verdad -dijo Silvia acariciándole una mano a Ester-, estoy muy excitada, mejor dejemos un poco.

- Si quieres me voy -dijo Ester, haciendo un mohín.

- No, por favor -respondió Silvia, mientras Ester acariciaba con su mano libre una de las mejillas de Silvia.

Después se movieron las dos como desprendiéndose de ese momento emotivo entre ellas, y mientras Ester liaba otro cigarrillo de yerba, Silvia se levantó del suelo y fue hasta el baño.

- ¿Se puede? -dijo mientras entraba, sin esperar respuesta.

Walter se había duchado y estaba secándose. Silvia ayudó a secarlo. Lo hacía con serenidad. De vez en cuando le daba un beso. Walter la cogió suavemente de los pelos y la besó con intención en los labios, ella dejó caer en el beso sus manos entre las piernas de él. El sexo de Walter comenzó a erguirse y Silvia se apretó fuertemente contra él.

Walter, señalando la puerta del baño, le dijo a Silvia:

-  Dejemos, que está Ester.

Silvia, separándose apenas unos centímetros de Walter, y sonriendo seductora, le dijo sin ninguna inhibición:

- A Ester a lo mejor también le gusta -y cogiendo de una mano a Walter insistió-, vamos -le dijo-, probemos a estar juntos.

Y luego se soltó y fue a sentarse de nuevo al lado de Ester, esta vez mucho más cerca que todas las veces anteriores.

Walter, que había salido del baño detrás de Silvia, se sentó también en el suelo enfrentando a las dos mujeres.

Se dio cuenta que el único que estaba desnudo era él, y se dio vuelta dándole la espalda a las dos mujeres y dejando caer su cabeza, calculando, en parte, que ésta no cayera en el suelo, sino sobre las faldas de alguna de las dos mujeres.

Se dio cuenta que había caído encima de Silvia, ésta con suavidad le corrió la cabeza hacia la falda de Ester, y mientras ésta acariciaba muy suavemente con sus dos manos la cabeza de Walter, Silvia besaba con pasión los labios de Walter, que con los ojos cerrados sentía en su cabeza, cada vez que Silvia lo besaba, cómo Ester se estremecía.

Silvia, abandonando los labios de Walter, besaba ahora su pecho, su vientre desnudo, cuando pasaba por su sexo, respiraba con profundidad y luego besaba sus piernas, y Walter se movía inquieto y su cabeza rozaba en cada movimiento las entrepiernas de Ester, que dejando caer con suavidad la cabeza de Walter en el suelo, y moviéndose de donde estaba comenzó, mientras Silvia chupaba con alegría los pies de Walter, a besarlo en la boca.

Era la primera vez que gozaban de ese goce. Walter sentía su sexo erguido como si fuera a estallar. Como Ester era la que estaba más cerca de él, mientras ella lo besaba en la boca y en el cuello y le metía la lengua en las orejas, Walter intentaba desvestirla, mientras Silvia, diciendo que tenía mucho calor, se desnudó totalmente.

Cuando ahora los tres estaban desnudos, Ester comenzó a bajar con sus besos por el pecho de Walter y Silvia comenzó a subir con sus besos y mordiscos por las piernas de Walter. Éste tuvo un momento de pánico y de goce infinito a la vez, cuando se dio cuenta que al ritmo que besaban su cuerpo en dirección contraria, sus bocas se encontrarían, para besarse, por supuesto, justo encima de su sexo.

Y ahí, Walter, desde el momento que había llegado a su casa, tuvo el primer pensamiento:

¡Qué raro! que con tanta excitación aún no me haya corrido, ni tenga especiales ganas de penetrar con mi sexo en ninguna de las dos.

Tal vez, se dijo Walter para sí, mientras jadeaba y se retorcía a más no poder, en estas situaciones no se desee el orgasmo, sino que todo deseo esté al servicio de sostener lo más posible esa situación de locura y goce infinito.

Silvia y Ester, menos preocupadas que Walter, habían llegado, por lo menos, a su primer objetivo. Y ahora quietas, recostadas ambas con las mejillas sobre el sexo de Walter y moviendo sus labios, que se rozaban apenas, imperceptiblemente.

Walter hizo el primer movimiento y sus manos comenzaron a acariciar con ternura las cabezas de las dos mujeres. Ya no pensaba en nada y ni siquiera podía precisar con qué mano tocaba a cada una de esas dos mujeres.

La cosa era de no creer, las chicas, como Walter las llamaba, habían tenido su primer orgasmo de la noche, uno cada una, claro está, y para él la cosa todavía no había ni comenzado. Su sexo seguía erguido como si eso fuera condición indispensable para que pasara todo lo otro.

Las dos mujeres, después de haber gozado con sus cosas, hacían ahora como si el deseo fuera que Walter olvidara todo lo que había visto.

Un salto, una alegría, y ahora las dos mujeres besaban al mismo tiempo los labios de Walter.

Silvia se dejó caer levemente hacia la derecha de Walter y arrastró en su movimiento a Ester, que quedó así ubicada con su cara contra la cara de Silvia y sus nalgas apoyadas en el sexo de Walter, que permanecía erguido.

A partir de ese momento todo fue lento hasta el final. Ellas gozaban y reían, y Walter llegó a todas las alturas y recorrió todas las profundidades.

Todo era suave y lento. Todo era fruta madura abierta sin par. Vaginas aterciopeladas y jugosas y bocas radiantes buscadoras del viento.

Él llegó a sentir que esas mujeres lo habían transformado en un hombre afortunado. Ellas llegaron a pensar que vivirían agradecidas a ese hombre.

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ALGO DE POLÍTICA O RECOLECCIÓN DE BASURA

1

El miedo, también, tiene su lujuria. De reprimir, entonces, habrá que reprimir el miedo o, bien, el exhibicionismo de su fracaso.

2

¡Dinero! ¡Dinero! ¡Dinero!
Un hombre siempre pone entre admiración lo que le falta.

3

No debemos calmar el hambre nunca.

4

Se va perdiendo el tiempo, porque se tiene la ilusión de tenerlo. Si no se tiene el tiempo no se puede perder.

5

La corriente de la normalidad lleva en todos los casos a una muerte prematura.

 

CARTA DEL DIRECTOR

Si todos los días quiero plantear mi renuncia indeclinable a vivir, quiere decir que las cosas progresan en una dirección que yo no puedo prever.

Algo está ocurriendo más allá de nosotros. La máquina grupal se ha apropiado de nuestra alma. Somos fanáticos de otras palabras que las nuestras, siempre estamos al borde de una genialidad.

Estos mismos mecanismos enterraron en la nada de la sabiduría a pueblos enteros.

No puedo caminar. Un hombre así, me digo, no podrá ir muy lejos. Sólo caminando se sabe dónde se tiene que ir. Sólo comenzando un movimiento podremos imaginarnos su final. Es decir, sólo cuando sabemos de la muerte, comenzamos a vivir.

En medio del propio campo de batalla, me gustaría escribir un poema que me haga llorar. Un poema como volutas de humo encadenadas a la vida.

Año tras año voy experimentando una especie de soledad, algo así como ver más allá de mis ojos, por encima de mis palabras.

Indio Gris


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