INDIO GRIS
Revista semanal por Internet
Nº 71. AÑO 2001 JUEVES 4 DE OCTUBRE
FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE:
MENASSA 2001
NO SABEMOS HABLAR PERO LO HACEMOS
EN VARIOS IDIOMAS
CASTELLANO, FRANCÉS, INGLÉS, ALEMÁN
ÁRABE, PORTUGUÉS, ITALIANO Y CATALÁN

INDIO
GRIS ES PRODUCTO
DE UNA FUSIÓN
EL BRILLO DE LO GRIS
Y
EL INDIO DEL JARAMA
LA FUSIÓN CON MÁS FUTURO DEL SIGLO
XXI
Indio
Gris
INDIO
GRIS Nº 71
AÑO II
EDITORIAL
La poesía pide
libertad y no, precisamente, una libertad medida por banderas.
LA POESÍA pide, una libertad soberbia,
todo el tiempo,
toda la maravilla de lo desconocido en esa libertad.
No una libertad que se deje posar en una estatua, sino más bien,
UNA LIBERTAD, que destruya todas las estatuas.
No un oscuro y pequeño río helado, sino más bien,
un gran lago y su sol donde todo sea posible, también, si uno lo prefiere,
navegar en su contra.
Ella ambiciona, en
esa libertad, ser permanente presencia de lo humano.
Ella grita furiosa
entre las piedras: o todos o ninguno. GARGANTA UNIVERSAL, mientras sobre la
tierra alguien no pueda el hombre, no habrá hombre.
Cada hombre un hombre, o todos o ninguno.
Temblando y entre
el temblor el humo del cigarro,
y termino llorando envilecido porque no puedo más
y en medio de tanta miseria, una grandeza:
el deseo ferviente de ser, esa libertad, ese hombre.
Bestial.
Libre,
también, de libertad,
ella me hace saber que no podré.
Mi desdicha no es su beneplácito, pero tampoco su dolor.
Ella en cada encuentro me retuerce el pescuezo hasta arrancarme una palabra, o
bien, hace de mi vida una fiesta para que yo, no deje de decir.
Su libertad es
infinita.
Más que una danza para ser bailada por todos,
una danza, que tenga de todos, el movimiento más
preciso.
Viajo sin aparente retorno,
y no llevo, ni armas, ni alcohol, para la travesía.
Sólo palabras y
algún amor.
Carmen
Salamanca recita a Menassa 
Lo he devuelto casi todo
sólo me quedan estas pocas lágrimas
para llorar sobre los hombros
de aquél
que necesite para vivir
mis lágrimas.
QUERIDA, QUERIDA:
Las alforjas contenían aire de mar,
olores de legumbres comidas bajo el sol.
Arrebatos de oscuros días de lluvia
y tus ojos de paloma alocada,
de mujer moribunda muy cercana a la luz.
Las alforjas contenían brisas marineras,
antílopes enteramente libres y bellos
y ese ruido de fieras amándose,
inventado el destino de los próximos hombres
y ese rozar del fuego contra el fuego
y ese malabarismo imperceptible del deseo
y una loca paloma de la paz herida
por la luz de tu cuerpo abriéndose a la noche.
Las alforjas estaban llenas de sonrisas,
hasta mi padre muerto sonreía, vivamente.
La pequeña putita de los poetas franceses,
la pobre, en mis alforjas, sonreía rabiosa
y un galán, un pobre galán enamorado,
arena y miel, empalagoso, sonreía.
Ángeles vertiginosos y mi madre, aún viva,
tejían una detrás de otra las increíbles,
despiertas, alocadas, sonrisas del amor
y todo el mundo comía y bebía acaloradamente
y la alegría del viento era la danza
y el universo mismo detenía su propia locura
y las alforjas contenían algo del universo.
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TODO EL AÑO |
- Hoy pinté un
pastel que no tiene mucha fuerza o, mejor dicho, casi nada de fuerza. Pero como
es el primero de esta nueva serie, puedo esperar que los siguientes cobren
algún valor.
He dado un sermón
a la bestia antes de comenzar mis tareas cotidianas.
Muchos días de
fiesta ya no me gustan tanto, no los aprovecho como antes y me cansan un poco
las obligaciones que genera el ocio. Señal de que estoy un poco más viejo, que
no es malo a menos que lo niegue.
Al pastel que
tengo frente a mí le falta un poco de negro. Querrá decir, me pregunto, que lo
negro ni para pintar, cuando es tan necesario para vivir.
De cualquier
manera siento estar haciendo las cosas bien esta vez. Espero no dejarme vencer
por mi madre. Tengo que atacarla en todos los frentes. Desde la pureza hasta la
lujuria. En ella cualquier extremo tiene que ver con la envidia.
Un hombre grande
no necesita de nadie y lo que necesita, lo compra.
Un hombre grande
desea y ama, pero no necesita y cuando necesita, compra.
Un hombre grande
recuerda a su madre, pero no vive con su madre.
Un hombre grande
recuerda su infancia, pero ya no gatea.
Creo que para la
mujer se pueden aplicar las mismas reglas.
Recapacitando,
doctor, no hay vuelta atrás. El que quiere volver atrás se transforma en un
idiota y debe ser tratado como tal: NI CÁRCEL; NI CASTIGO; REEDUCACIÓN. ¿Qué
le parece, doctor?
- Continuamos la
próxima.
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No renuncio a ser médico, porque eso fue un estudio.
No renuncio a ser psicoanalista, porque eso es un trabajo.
No renuncio a ser padre, porque eso es una función.
No renuncio a ser poeta, porque no puedo.
No renuncio a ser hombre, porque me gusta.
Si es posible el poema, es posible la vida.
AHORA HARÁN CONMIGO EL MONUMENTO AL
PENE, QUERIDA
Te lo dije en silencio,
no sueltes las amarras,
la libertad no existe.
Existe el desatino, las sombras,
la tonta esclavitud, del hombre,
por sus ocupaciones, por sus sexos.
Una colección de ultramodernos,
pequeños animalitos y grandes maricas.
Soy, te lo dije en silencio,
el último padre de occidente,
el último amante,
el fin del amor.
Entre la muerte y el deseo, hablo la vida.
Te nombro amada, te nombro
y no me alcanza con nombrarte.
Recuerdo, cálidamente,
tu sangre sobre mi piel,
aquel delirio celular,
tu cuerpo en mi cuerpo.
Hablamos y dijimos: es imposible ser.
Recuerdo, sin embargo, bien amada,
argucias, históricas, inesperadas,
contra la propia vida de los hombres.
Tu carne, amada, esplendorosa carne,
racimos de humanidad por todas partes.
Llagas, heridas por doquier. Sangres,
entre nosotros, recordando la muerte.
Ahora, me lo digo, no va más.
Soy un artista.
Una catástrofe del alma.
Una fe destrozada por la historia,
del hombre una fatal encrucijada.
Estar al lado mío, para mí, sería suficiente.
Un hombre que a nadie pertenezca,
con sus propios sentidos, amores,
una cadena de palabras, vida, deseo,
goce inagotable.
El pene, te lo dije, era una imperfección.
Deseo del hombre que deseaste,
que te quedes conmigo, detenida,
quieta en el alma, conversando.
Quisiera confesarte que soy un solitario.
Desde el principio de los siglos,
entre fieras, vivo carnes y hartazgos.
Soy el poeta,
en mi cuerpo profundo y milenario,
al borde de los abismos de la locura,
escribo, lentamente, mis versos y miro,
tu desenfrenada carrera hacia la muerte.
Haciendo el amor el tiempo siempre sobra,
somos millones y millones, miles de siglos,
compartiendo mi pan y mis venenos y, aun,
mis tontas preocupaciones por el hombre.
Esta vez se trata de gozar, vivir.
Basta de experimentos, basta de ser,
deseo que desees,
no te necesito,
hagamos el amor.
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