INDIO GRIS Nº 508
AÑO XII
 

Haberme embarcado de forma casi sorpresiva en un recital de poesía que abarque, de alguna manera, mi producción de los últimos años, pone mi vida en el límite
de lo imposible. ¿Cómo, me pregunto, vivir en el mismo instante momentos tan diferentes, ritmos tan desiguales, locuras tan diversas?

Me tranquilizo pensando que habrá, en el intento, otros deseos que los míos, y me dejo llevar y la inmensidad me sobrecoge.

Esto que pretendo el día del recital, es algo que nunca he conseguido ni siquiera en la soledad de un sueño, encerrado en mi habitación.

Quiero decir que, así como el trabajador no puede encontrarse con el todo del producto, cuya producción, él mismo, con su fuerza vital, hizo posible, el escritor contemporáneo parece que no se puede encontrar con la totalidad de su obra, sino, más bien, se lo obliga a amar (para darle un lugar en la cultura) sólo pequeños fragmentos de su obra que no llegan en ningún caso a conformar una verdadera transformación. Busco, en el intento, rozar aquel otro que, en mí, tañe semejante campana. Ser el Poeta en toda la dimensión y todo el tiempo, en verdad no sé si lo conseguiré.

Exponerme como quiero exponerme puede resultar una violencia para con el público y no tengo cómo defenderme de esa posible acusación, sino simplemente
diciendo que, si la violencia la trae hasta nosotros la poesía, ha de ser, también, una violencia para mí.

No me desnudaré cuando yo lo pretenda, sino donde Ella desnude lo humano.

Hasta la próxima.

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