Revista semanal por Internet INDIO GRIS

Nº 464 - jueves 13 de enero - Año 2011
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INDIO GRIS Nº 464
AÑO XI

 

ACERCA DE UNA PREOCUPACIÓN ESTROBOSCÓPICA

 

Podemos asegurar que el submundo de las ideas puede lo que puede el submundo del sexo.

Si se trata del hombre, tienen sus límites, llegan sólo hasta el poder. Donde cada basura vale más de lo que pesa.

Vengo de un mundo, donde las piedras mueren en las piedras y el hombre sólo las transforma.

Voy hacia un mundo incalculable, donde todo brilla por sus uniones. Un mundo construido por conversaciones humanas. Un claro desafío contra las costumbres, un gran alboroto que anuncia la muerte de dios y el fin de la era animal para el hombre. Basta de piedras.

Vivir fue para nosotros, este tiempo, concebir estos textos. Queremos decir que también vamos a escribir sobre el amor.

Todos queremos vivir tranquilos. Ese imposible nos une en el lenguaje. Tomar un té tranquilamente, matar tranquilamente, morir ¿por qué no? tranquilamente. Tranquilamente quebrar la vida del hombre en un instante, doblegar el último sentido.

Morir, mueren las águilas nocturnas, los pájaros, las celestes civilizaciones y también, por qué no decirlo, mueren los humanos. Y tampoco está del todo mal. Morir, amar, dos zonas imposibles para el hombre.

Simbolizar, simboliza cualquiera ¿pero amar? ¿pero morir? ¿desencadenar un universo humano? Casi imposible, sólo poseo poder sobre el curso de los ríos, sólo conozco la dimensión de las montañas. Amarnos, amarnos, ya lo sé, un imposible.

Las palabras tienen todas las posibilidades de combinación. También la muerte. También el amor y sus apariciones, propias del desvarío.

Queremos decir: no sólo lo que se separa de nosotros es sustituido, sino también lo que muere en nosotros. Otros tiempos, otras palabras, son más convincentes que el pasado.

Feria de olores contra humanas ideas, seguramente, perderá la cosmética.

Los brotes de pasión, son breves para la historia. Los masturbadores crónicos, se desvanecen, antes de fin de siglo.

Un hombre solo, al igual que las piedras, pierde el sentido de lo humano y se fragmenta en la violencia de ser más.

Decimos que al hombre le falta casi todo, no sólo el inconsciente.

De todas las ilusiones, la nuestra es la mejor. Quería decir que todavía nuestros escritores no habían hablado de la muerte.

Fuimos jóvenes. Mamá todavía vivía con nosotros, y nuestra mujer fue nuestra mujer. Ellas, esclavas. Nosotros, proletariado desmedido. Se trataba como vemos de distintas liberaciones. Del ser y la muerte no había entre nosotros ningún enviado.

Esa fue la época del psicoanálisis. Grupo pequeño y transferencia, las palabras de moda. Todo fue sangre y medidas. Reino de lo biológico, donde la idea de progreso fue para todos salvación y ética.

Decimos que después de diez años de práctica psicoanalítica, el hombre que no transformó su vida, será todo lo hombre que su mujer le permita, pero afirmamos que su práctica no fue psicoanalítica. Le aconsejamos, antes de suicidarse, leer de nuevo algunos libros. Los libros pueden, a veces, con la vida del hombre. Fueron buenos médicos. Trabajadores de la normalidad y sus alrededores. Buscar científicos entre ustedes es tiempo perdido.

Decimos que la vida es una sola. Y, también, aprovechando que hoy día tanto se habla del marxismo, su práctica, como la práctica psicoanalítica, envuelve al practicante en su determinación. Queremos decir: o pervertimos la vida del practicante o pervertimos la teoría. Para que no haya perversión, ya lo dijimos, se trata de una verdadera transformación.

La revolución ¿se acuerdan? Un hálito contra nuestra propia moral. Un instante, el estallido atómico de un deseo, muerte y resurrección y después, otro mundo.

Venimos de las sombras, fuimos anunciados en un poema. Una palabra entrelazada al ser. Vinagre y maleza, hondas y nuevas preocupaciones. Palabras destinadas a lo más profundo del hombre.

Exquisito néctar olvidado. Antigua mutación donde el hombre, abierta sed, hambre desesperada, hechizado, por un pedazo de pan, pierde sus alas. Pierde, por una jarra de agua envenenada, la nobleza del vuelo.

Estamos, a esta hora de la noche, borrachos de fantasmas. Apocalipsis de los humos. Hoguera donde la humanidad tiende su fina red intemporal, sanguínea, orgía biológica, dolor y carne, fibras atómicas, células extraviadas en ese imponderable maravilloso del crecimiento atípico. Salvajes cánceres, creciendo por doquier, denunciando el destino mortal de una ética. El fin de una ilusión. Un feroz latigazo a la belleza.

Hasta la próxima.

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