Revista semanal por Internet INDIO GRIS

Nº 459 - jueves 25 de noviembre - Año 2010
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INDIO GRIS Nº 459
AÑO XI

 

LA MAESTRÍA Y YO, 2007
de Miguel Oscar Menassa
 

 

 

EL SEXO NO CAE
 

1

La enseñanza más grande que tengo para daros

es que el sexo no cae.

Se desarrolla, se trasmuta, se hace insensible,

llora, bosteza de aburrido, se libera de más.

Contrae enfermedades, se cura, se arrepiente,

es hombre y es mujer y nada sabe del amor.

Y quiere ser mujer cuando le toca hombre

y quiere ser un hombre cuando le toca niño

y madre quiere ser cuando es mujer

y, si mujer le toca, quiere ser niño,

serpiente o bruja quiere ser y puta

y cualquier cosa quiere ser

con tal de no saber nada de eso.

 

2 

Pero el sexo no cae:

se entrega, se somete,

esclaviza todos sus sentidos,

para permanecer ahí,

oculto o estallando en pedazos,

descuartizado y solo,

erecto y firme, siempre impune,

totalmente abierto a las caricias,

al beso, a la ternura,

o bien casi cerrado, oscuro, blando,

débil, a punto de fracasar en todo

y se encierra en sí mismo

y con una mano se masturba

y con la otra mano espera

y se masturba

y llega a parecer que el hombre

muere así, chiquito, empobrecido,

sin nada que decir, sin alma.

 

3 

Y, sin embargo, os digo:

El sexo no cae

y, si sirve de algo,

yo mismo haré de ejemplo.

A veces, también, me lo creo:

Soy un gran hombre, me digo,

soy un gran hombre y, al otro día,

me levanto todo tullido y dolorido

como si un tren cargado

con mercancías peligrosas

me hubiera pasado por encima.

 

Muy pocas cosas hablan de mí

con cierta claridad.

Mis amores son muy apasionados,

no puedo encontrar en ellos,

aunque la hubiera,

ninguna inteligencia y

mi propia inteligencia esta trabada,

por falta de pasión.

 

5

Con el dinero me pasa

que nunca sé quién es:

si yo, porque lo gano,

o ella, porque lo gasta.

 

6

Y, después, están esas tardes gloriosas

donde no puedo reconocer como propia

mi propia piel.

Ella se mete en mí pero sólo

para que otra mujer la acaricie.

Y la otra mujer me acaricia

después de darse cuenta que, en mí,

todo lo que me dan lo recibe ella.

Después de estos encuentros,

donde todo el mundo goza y yo

no me doy cuenta de nada,

atravesamos por instantes de paz

donde la música

llega hasta nosotros

y quedamos como suspendidos

de un relato dramático.

 

Ellas

ensayan sobre ellas mismas

maniobras de violencia,

sin mirarse a los ojos,

sin darse cuenta que las estoy mirando

y yo, pobre hombre, amante de la soledad,

no entiendo porqué me pasan estas cosas.

 

Y ella y la otra sonríen con alevosía

y se dicen, una a la otra, que me aman.

 

8 

En el momento de desnudarnos, somos libres:

ellas se quedan mirándose de perfil en el espejo

y yo, extasiado, caigo de rodillas y me adoro,

pero el sexo no cae.
 

 

Hasta la próxima.

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