Revista semanal por Internet INDIO GRIS

Nº 447 - jueves 3 de junio - Año 2010
FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2010


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LA FUSIÓN CON MÁS FUTURO
DEL SIGLO XXI

Indio Gris


INDIO GRIS Nº 447
AÑO XI

 

MIGUEL OSCAR MENASSA
Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010

http://www.menassacandidatopremionobelliteratura2010.com/

 

Indio Gris cumple 10 años

-festejos-

 

GRUPO CERO ANTICIPANDO LA REALIDAD

 

30 de diciembre de 1979

Sé que hoy no podré escribir todo lo que no pude en esta década que termina.

A pesar de lo que dicen los periódicos y revistas especializadas, y radios, y hoy seguramente lo veré por la televisión, la década de los 70 fue para mí una década donde unos y otros, hemos aprendido que la mujer y el hombre, son dos animales diferentes, pero ambos mortales.

Se llama a esta década que termina la década de la decepción, como si en los 60 alguien hubiese estado ilusionado con algo.

A la próxima década se le intenta imponer y desde sus inicios un cambio de sensibilidad como si fuera posible cambiar de sensibilidad viviendo en los sistemas imperantes.

Y debemos decir que los medios de difusión entre todo lo que dijeron ocultaron de la década de los 70 el crecimiento incalculable de la poesía.

En los 80, dicen, el amor va a cambiar. Nosotros contestamos que el precio del pan, también va a cambiar y, por eso, no dejará de ser pan.

Los vientos huracanados de una cultura latinoamericana en el exilio, desviarán esta década, definitivamente, la vieja, fina y podrida cultura europea. Y para comenzar diremos que eso de dividir el mundo en oriente y occidente (nos estamos dando cuenta todos) es una argucia de la razón para sobrevivir.

La poesía será esta década, cuerpo y vehículo de la revolución sexual femenina. Todo poeta deberá ser una madre, toda mujer, un soldado.

Nadie entenderá nada. El desconcierto del enemigo nos dará la victoria de las primeras batallas.

Si usted además de ser poeta puede ser mujer, tiene asegurado un puesto en la conducción del futuro de la humanidad. No pierda una vez más su posibilidad. La historia no espera, ni perdona. Porque esperar y perdonar sólo le interesa a Dios y no a la historia del Hombre.

 

30 de diciembre de 1979, unas horas después

Adiós, década de los 70, pequeña putita evanescente.

En los 70, la explosión atómica ocurrida treinta años antes, llega por fin a la mente del hombre.

Comienzan a producirse en el “alma” del hombre, las mutaciones, que allá se produjeron en su cuerpo. Como ejemplo podríamos decir que el cáncer, muestra en su desvarío, más que la locura del hombre, la locura del sistema capitalista de producción. Quiero decir que no son un desarreglo ético, es decir un “progreso del hombre”, las deformidades actuales en sus relaciones con los otros hombres, sino que son una mutación, producida en la “mente” del hombre, al comprender éste, simbólicamente la explosión atómica.

Hiroshima, no se recuerda ni se olvida.

Se padece.

No fue la verde pradera la que tuvo los olores de la primavera. Fue el negro petróleo el que tuvo durante esta década los colores de la primavera. Por él, se conquistaron países, se separaron parejas. Símbolo entre símbolos, esta década los hombres se mataron por él. Hasta se escribieron poemas, denunciando su plus valor como significante.

El petróleo, esta década, fue Dios. En tiempos que corren como los nuestros los dioses duran poco. El oro negro será reemplazado en los próximos 500 años por la energía atómica y, luego, por energía solar, también como sabemos en decadencia.

Después que las partículas atómicas pierdan su radiactividad, después todavía que se extinga el sol, el hombre volverá a encontrarse consigo mismo, es decir con otro hombre, y no sabrá qué hacer.

En los 70 se descubrió que los extraterrestres tienen problemas sexuales, mal psicoanalizados, y esos problemas impiden que ellos tengan (ya que eso es su posibilidad y no la nuestra) contactos más reales con los terrestres. Y real para el tiempo y la dimensión que corresponda.

En los 70 la Mujer pone su voz en un sinfín de palabras. Tal vez en los 80 comprenda la importancia de las palabras pronunciadas. Y para fin de siglo tendremos, seguramente, una Mujer que piense, que sienta, en su propio cuerpo si es necesario, la importancia de las palabras escritas.

Veinte años son pocos años, seguramente, estaremos todos vivos por esa época.

 

31 de diciembre de 1979

Esta década que termina me tuvieron atado a una silla, escribiendo.

Espero poder decir que estos diez años, delante de mí, pasó todo.

Dejar la máquina de escribir será también alguna vez un acto poético.

Prometo dejar la máquina antes de las doce de la noche para brindar con los amigos.

Siempre en estas fechas, sin embargo, recuerdo que alguien falta.

A veces por motivos banales, y otras veces, por motivos fatales.

Este año pienso comenzar el año brindando, y no escribiendo como años anteriores.

Brindo por la revolución, porque nací en su tiempo.

Y por ser éste el tiempo de la furia, brindo por el amor a la revolución.

Y en ese amor,

                 bebo la sangre,

                                      y también,

bebo la poesía de la revolución.

Levanto mi copa, como se levantan los estandartes para brindar por la Mujer,

porque Ella es, de la revolución, su poesía.

Y todavía me quedan licores y cigarros para brindar por el hombre que desconozco en mí.

Tiro el contenido de mi copa a la tierra y brindo con los muertos.

En mi copa vacía penetran los espíritus burlones de la noche.

Y yo me los bebo, no sólo para divertirme, sino también,

para brindar contra la muerte.

Noche y oscuridad para las luces que huyen de mi cuerpo.

Violencia de claveles afiebrados.

Me detengo en la mirada de los amigos para llenar mi copa con este verso.

Arranco de la espesura de la mañana, palpitantes estrofas.

Dejo caer sobre mi cuerpo,

                         vertiente iluminada,

                                                    licores y sueños.

Unto mi cuerpo con dulces babas perfumadas,

pólvoras humedecidas por el llanto,

olores de una revolución asesinada

                                                     y brindo

por mi patria.

En el intento de universalizar mi canto, pongo sobre mi cuerpo

terráqueo sin medida,

palabra rota,

descuartizado ser hacia el espacio,

                                                   brindo por mí.

Comienzo a escuchar las primeras palpitaciones de la próxima década.

Y me digo, veinte años creciendo al amparo de las palabras de los otros, esta década, diré mis palabras.

Y cuando ella envejezca, como envejecieron otras décadas, yo le diré,

cuando tú naciste, te tuve entre mis brazos. Te enseñé las primeras palabras. Y cuando todo el mundo te esperaba, para no sé qué cosa con la decepción, yo te entregué mi poesía en libertad.

Después, claro, otros poetas, dirán otras cosas.

Soy el cuerpo de la poesía, un canalla dispuesto a llevarse todo por delante. También tu sonrisa de boba, comiéndose las uvas a cualquier hora de la noche.

¡Oh! Lujuriosa tristeza, me escondo en este último racimo para morir, entre tus dientes nacarados, baba del siglo, campanadas como de locura dentro de tu boca.

Delicado y fugaz me parto en tus entrañas,

como el cristal del tiempo,

como el cristal que suena en la garganta cósmica,

canción del universo.

Hago de las astillas una flor.

Dejo que los más pequeños rompan la flor entre sus manos

y arrojen al viento las partes más bellas de la flor.

Estoy acostumbrado a cabalgar entre furiosas plantas,

árboles como feroces bestias humanas enloquecidas,

en cualquier dirección y, sin embargo, cabalgo con elegancia,

guardo las formas de aquel que sabe vivir entre los muertos.

Caballero de la poesía

monto en pelo

a lo indio,

una yegua con alas.

 

1 de enero de 1980, Madrid

La misma ventana, la misma calle detrás de la ventana y, al fondo, el mismo pequeño sol de ayer, como si nada hubiese cambiado.

Nuevo año, nueva década y sin embargo de fondo, el mismo pequeño sol de ayer.

Todavía, y a pesar de todos los cambios anunciados, en la ciudad es invierno.

Y si no hubiese puesto al comenzar la página, 1 de enero de 1980, Madrid, esta página, la hubiese podido escribir cualquier día del siglo en cualquier ciudad.

Todo cambiará, me digo, todo cambiará, y me pierdo en la inmensidad de esas palabras.

Una pasión a punto de ser decapitada, un sexo aprisionado. Así no iré muy lejos.

Un hombre que no podrá salir de sus libros. Un hombre que con el tiempo se dará cuenta, que aunque grande, todavía no ha nacido como hombre.

Luciérnaga vacía de luz, se levantará una mañana y se partirá la cabeza contra una pared, y abrirá su corazón y no encontrará nada, y se arrancará los genitales desesperadamente y ése, será su último verso.

Para una década que será fuerte,

me digo:

nada de optimismo.

 

1 de diciembre de 1980

El primer año de la década agoniza y todavía estoy en Madrid. Este año, que pasó o que casi pasó, fue como vivir la vida plenamente. No sirvió de mucho.

Ningún libro publicado en todo el año hablan, a las claras, de un paréntesis. Una especie de detención para que el mundo me alcance.

 Hasta la próxima.

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