Recital poético musical de primavera Colegio Mayor Nuestra Señora de África
el 13 de mayo de 2009
IV
Miguel Oscar Menassa e Indios
Grises
Erotismo a los 70 años
LA MUJER Y YO
47
A medida que me acerco a los setenta
años
comprendo con lujuria que estoy un poco
solo.
Los jóvenes que crecen todo el tiempo
y los adultos que tienen problemas de
dinero
y las bellas mujeres que vivirán al
lado mío,
hasta que la muerte, en verdad, nos
separe,
están muy ocupadas con sus cosas
con su propia vejez que se les viene
encima
sin prisa pero sin ningún recato.
Así que te lo digo, a los setenta años,
conseguiré quedarme solo,
sin lazos de amor y de dolor,
solo, atado al mundo que me toca vivir
por palabras, por versos, algo de
música
algún color desesperado con luz propia.
Pensando así, la verdad, amor mío
¿a quién no le gustaría envejecer?
A mí, me dijo ella, a mí
no me gustaría envejecer ni sola
ni mal acompañada y ya más de mil
veces,
te dije, amado mío, que envejecen las
plantas,
los muebles, el pavimento, las armas de
guerra
pero la mujer, el sexo y la alegría no
envejecen.
La sentí tan segura que llegué a pensar
que ella, de alguna manera, me decía:
Podrán envejecer hasta tus versos
pero nuestro amor, querido, no
envejecerá,
aquí estoy yo, para sostenerlo,
y era tan hermosa cuando lo decía
que yo la vi diosa y desnuda,
desnuda y valiente toda para mí
y ahí fue cuando no tuve
miedo de envejecer o de morir.
Ella me habló del mar y yo lo entendí
todo:
su carne esplendorosa sería la guarida
de mi vida carnal y mi palabra
y su carne, sin límites, del deseo,
la pulsión desmedida de mi canto,
será tumba de amor para mis huesos.
Palabra contra piedra, piedra contra
palabra
se escribirá una historia, tal vez, de
amor.
Hoy dos amantes mueren y, a la vez,
perduran en un verso de amor
donde la muerte atada por palabras
unidas entre sí al sol,
ocupada, con alguna inocencia,
de sus cosas, nos dejará
vivir un día más, un amor más,
nos dejará terminar este poema.
Y, después, dijo ella resignada,
la muerte perseguirá a los amantes
hasta alcanzarlos y algo les dirá,
algo les dirá, repitió ella,
interrogándome.
Bueno, le dije yo, tranquilizándola,
si se tratara de nosotros dos
la muerte no diría nada.
Se quedaría enmudecida, pálida de
dolor,
por tener que matar tanta hermosura.
Pero algún día, igual, lo hará
insistió ella, terca y ensombrecida
y yo, macho y cantor,
sin darme cuenta de mis años
le dije toda la verdad:
Tenemos como cien años, amor mío,
algún día vendrá.
* * *
Recital poético musical
Auditorio Municipal de Camarma de Esteruelas
el 30 de mayo de 2009
II
Miguel Oscar Menassa,
Kepa Ríos, Leandro Briscioli, Adrián Castaño, Fabián
Menassa
LLEGÓ LA POESÍA Y ME
DIJO
Un sí o, bien, un no, me hicieron
abrir nuevos caminos, abandonar caminos.
Hasta que topé, una noche, con la
Poesía
me la pasaba volando de un lado para otro
según el capricho de mis tiernas amadas
que del amor, sólo sabían hacer el amor.
La Poesía me dijo con solvencia:
Para vivir, un hombre, no necesita volar
menos aún de un lado para otro tras su amada.
Un hombre debe tener los pies a la altura de los pies.
El alma al alcance de una breve
caricia,
el sol sobre la tierra a la hora del sol,
el cuerpo y la palabra cual ríos disponibles
y a la noche algún sueño, una historia de amor.
Un hombre tiene todas sus esperanzas en
el hombre.
Un hombre tiene como bandera la libertad.
Le da agua al sediento y lucha por un trozo de pan
y ama, hace como que ama pero no sabe amar.
Un hombre, dijo la Poesía, con
severidad,
un hombre sabe que morirá y no le importa.
Sabe que muere cuando escribe y, sin embargo, escribe.
Sabe que cada amor le mata y, sin embargo, se enamora.
Un hombre, le dije, ambiciona volar
y aunque no pueda no le importa.
Ambiciona volar, ama la ilusión de volar.
Sentir en ese instante que algún día...
Un hombre, Poesía, es capaz de matar,
es capaz de comerse el corazón amado,
quitarse de la boca con asco un beso de amor
y amar, de sus cautivos amantes, el dinero.
También una tarde cualquiera un hombre
se deja acariciar por una brisa, un aire,
un sentimiento lo golpea en el pecho
y el pobre hombre cayendo se enamora.
Y hace como si tuviera sangre en las
venas
y salta y corre y se acaricia con frenesí
y quiere entregarse, totalmente, por amor
y, ahí, viene la policía y lo encarcelan.
¿Me sigues, Poesía? Del hombre
hablamos.
Es capaz de morir por ideales falsos
capaz de hacer la guerra por casi nada
dejar morir su otra mitad, en silencio.
Se mete en el centro del volcán y lo
desafía.
Quiere atravesar los océanos con su cuerpo,
tocar la inmensidad, el cielo con sus versos
agujerear el vientre de la montaña, la piedra.
El hombre quiere llegar con sus latidos
al centro desconocido de la tierra,
a la vida íntima de todos sus amantes,
quiere llegar, al corazón de las cosas.
Y se enamora, Poesía,
y se pudre como una flor al sol
cuando alguien se muere o lo abandona.