BUENOS AIRES, LA REINA DEL PLATA, ADIÓS
Para
saber de pequeño y de loco
olía los olores buscando aquel olor.
Serpiente adolescente recupero tu
piel,
para ser tan solo contra el tiempo mi
tiempo.
Hurtaba
de las noches sueños y flores negras.
Opacas madres reventando sus sexos
entre la algarabía y los colores
de la palabra puta.
Ella
era el otoño.
Sus frutos secos su color marrón,
su frío entrecortado por el sol
palabras del pasado.
Dormía
bien
comía mi bocado de pan
y
amaba de ella
los resplandores.
Su cuerpo
contra mi cuerpo
todo lo primordial.
Sus humedades contra el dolor de la
vigilia.
Recuerdo sus pechos en mi propio latir
redondos como toda la nieve
como la blanca nieve universal,
sus pechos
altas fragancias en mis ojos. Olor de
los olores.
Busqué,
con toda la impiedad de la locura
tus pechos en la tierra.
Y en cada flor, y en cada hombre
y en cada letra de mis versos,
busqué,
tus ojos en la tierra.
Supe
del tiempo de los despedazados pétalos
entre las manos.
Y fue imposible
ser.
Del viejo amor
del desenfado de mi cuerpo
sobre tu bajo vientre,
sólo me quedan en las manos,
astillas
encuentros con la muerte.
En mis
pequeños oídos malheridos
el ronroneo de tu voz, la vociferación
de tus encantos
entre mis piernas. Lenguas de fuego
tu voz, tu canto amable, tu nada
misteriosa.
Y fui
para saber, tu dios
el rey de tus aullidos
el omnipresente legislador de tus
blasfemias.
Tu poeta inmortal.
La grieta en tu mirada, para siempre.
Bebedor
insaciable, lleno de sed
pleno de rabia y de lujuria, bebí toda
tu sangre,
tu embriagadora leche, bebí, todo el
dolor.
Tus líquidos orgánicos,
tus carnes desgarradas con mis dientes
no bastaron.
Mi sed era insaciable.
Era una sed de tiempos, de palabras.
El sol
que yo buscaba era otro sol
ni llamas, ni fulgores, ni roncas
caricias sobre mi piel.
El sonido del sol, el estruendo del
sonido del sol.
El nombre de tu cuerpo.
24 de
junio de 1977, Madrid.
Fiesta de San Juan