Revista semanal por Internet INDIO GRIS

AÑO 2009
Nº 416 - JUEVES 16 DE ABRIL -

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FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2009

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DE UNA FUSIÓN

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EL INDIO DEL JARAMA

LA FUSIÓN CON MÁS FUTURO
DEL SIGLO XXI

Indio Gris


INDIO GRIS Nº 416
AÑO IX

 

EDITORIAL

 

MONÓLOGO ENTRE LA VACA Y EL MORIBUNDO

XIV 

Querida vaca, después de nuestro último encuentro,
todo fue bien y todo fue mal.
Y fueron desfilando por mi casa,
seres de todos los tamaños,
siempre con la misión oculta, eso sí,
y aun para ellos mismos,
de no dejar crecer lo que crecía o, por lo menos,
de no poder mirar lo que crecía o, como mínimo,
olvidarse de no haber dejado crecer lo que crecía,
de haber mirado o de no haber mirado,
en fin, olvidarse de todo.
Y fueron desfilando por mi vida,
hombres y mujeres. Ingenieros,
amantes de los mecanismos de relojería.
Enfermedades infecciosas de corta duración,
enfermedades de las cuales nunca se sabe
sin son del corazón o directamente
de la cabeza.
Médicos, amantes de la carne
que pensaban que el hombre era
una combinación de algo con algo.
Psicoanalistas,
amos, dispuestos a malgastar su vida en ser,
esclavos, dispuestos a malgastar su vida en liberarse.
En esta época, el hombre era
una cantidad de células inconmensurable,
desesperadas.
Una cantidad inconmensurable de palabras
en cualquier dirección.
Y cuando la dirección tomada
por el azar de las combinaciones era
la dirección línea recta hacia la muerte,
alguien pronunciaba las palabras mágicas,
y bailando y cantando,
una cama redonda no le hace mal a nadie
y, además,
entre los celos y el pecado, ¿quién se anima a morir?
Y lo creímos todos,
también yo,
que con nuestros sexos abiertos a los cuatro vientos,
o bien, según las estaciones o el color de la tarde,
con nuestros sexos abiertos a los cuatro vientos
y erguidos, totipotentes y geniales,
deteníamos la muerte.
Y quiero decir
antes de cerrar la cuenta con el psicoanálisis,
que todos nosotros, también yo,
llamamos a toda esa porquería relaciones múltiples.
Y todos nosotros tuvimos la valentía
de llamar a esos accidentes terapéuticos,
nuestra vida.
                    Poetas,
por mi casa desfilaron poetas,
hombres extraviados de tanto tener,
pensaban que el hombre puede caber en un poema.
Y fueron desfilando por mi casa,
los pequeños comerciantes y las putas.
Gente que había sido siempre estafada.
Les correspondía ser los estafadores.
Y todo fue en mi casa:
dejaron el dolor y me estafaron,
y todo estuvo bien y todo estuvo mal,
y desfilaron por mi casa,
una mujer,
y otra,
y aún otra más,
y en todos los casos
dejaron su pequeña cagadita en un rincón de la casa,
y en todos los casos fueron felices.
                                                        El error,
haberse llevado cuando huían, mi ritmo.
Se volverán locas.
Y no quiero nombrar lo que se nombra solo
y que también desfiló por mi casa.
Quisiera que cada uno sepa
el horror que trajo a mi vida.
Que cada uno revise lo robado,
en mi casa también había horrores.
Y fuimos diciendo a todo que sí,
fuimos,
una maravillosa estación de servicio.
Y nuestras palabras,
nuestro semen,
y el flujo ardiente de nuestras amadas,
era el combustible ambicionado para fortalecer
esas pequeñas y desesperadas vidas,
para que pudieran ahora, fortalecidas,
escalar, por la montaña hasta su cumbre.
Así decían ellos,
                         escalar la montaña.
Estaban todos locos.
Le llamaban montaña a conseguir un trabajo,
conversar con la gente
-otros humanos como ellos-
beberse una cerveza en una tasca,
escribir un poema.
Y por mi casa desfiló también, mi propia locura.
Y yo también, estuve loco.
Y yo también, veía montañas por todos lados,
y lo peor, no era verlas,
lo peor,
era desear fervientemente llegar hasta la cumbre.
Y no tenía pies.
Y no tenía manos.
Y mi mirada era un pozo ciego
donde se ahogaba entre la mierda
el que no pudo ser.
Y mis genitales eran históricos
y no se podían vender a ningún precio.

Y mi corazón
y mi cabeza,
breves lamentos de quien no había podido liberarse.
Así, me dije:
no se puede escalar ninguna montaña.
Lo decidí una tarde,
las montañas no existen.
Y las cumbres,
tienen que ver en todos los casos con dios.
Más allá del hombre,
me dije,
sólo podemos hallar otro hombre.
Más allá de la vida,
ningún goce,
más allá de la vida, la muerte.
Y me quedé tranquilo y tuve,
también yo, mi porvenir.
Y si puede uno pueden todos,
y entonces cada uno
tuvo su propio porvenir.
Y yo quiero hablar de todo,
y hablando de todo, pidiendo de todo,
escapándome luego de todo
porque no tengo ganas para nada,
porque toda la energía fue hablar,
decir mis cosas.
Y bien,
puedo entonces dejar correr mi voz,
abrir mi boca a la soledad,
dejar salir de mí en vómitos radiantes,
los recuerdos, el pus.
Ir tomando confianza.
Respirar alocadamente aunque no sienta nada.
El ejercicio hace bien,
el ejercicio es saludable.
Hagamos ejercicio, mi querido doctor.
La palabra habla de mí, también habla de usted.
La palabra,
una especie de confabulación contra todos.
En esta historia no se salva nadie.
La mía es una historia sin fondo, sin llegada.
Un volcán que dejó de rugir en el pasado.
Anímese doctor, en mi interior no quedan
ni explosiones,
ni ninguna lava hirviente en mis entrañas.
Mi sexo es de marfil.

 

 

POESÍA, POESÍA, POESÍA, POESÍA

 

 

Querida:

He viajado. He viajado,
hombre de piel como palabras,
he viajado por lo que queda del alma
y no estoy de acuerdo.

Tristeza agrandada por sus contradicciones, 
soy el dolor del siglo que no duele.
Más que la atroz materia que destruye,
un simple giro del lenguaje.

A la palabra amor,
le puse cascabeles como a la lepra antaño.
A la palabra madre,
le puse un cataclismo entre las piernas
y una belleza masculina en la mirada.
Ojos de miel combiné con mi patria
y me dejé llevar por la marea.

Llené el mar de palabras antiguas
y hundí el mar.

De la mujer hice una frase.

Detuve su infatigable locura,
toda locura entre mis letras.

Al tembloroso, avergonzado sexo,
le agregamos torrentes, cataratas.

Ella existe,
ha nacido en mis versos.
Poesía de fuego,
donde el dragón es ella y la palabra.

Te escribo, ¿ves? te escribo,
como antaño el hombre se escribía.
Hago que tus gemidos,
yegua loca pariendo la mañana,
abandonen tu cuerpo.

 

Hasta la próxima.

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