13 de Agosto
de 2004 Buenos Aires
RECITAL POÉTICO MUSICAL
"MIGUEL OSCAR MENASSA."
acompañado por INDIOS GRISES
en La nave de los sueños.
•
ELLA, A VECES, PEDÍA CADA COSA
Ella, a veces, pedía cada cosa
que enseguida disparaba mi imaginación.
Un día me preguntó por el exilio y le dije:
Hoy he pintado de la muerte algún brillo
y la lujuria incuestionable del hambre.
No es que haya muerto o haya comido algo
fue un verde que rasgó la realidad
que atravesó los rojos y los serenos malvas
que se adueñó del centro de la vida
que fue a la vez, verde y canción,
verde y fuego y sombra y corazón
y sembró todo el mundo
de cuerpos verdes floreciendo al amor.
No fue la luna posándose en mi mano
fue el plata de mi infancia donde un río
era agua y metal, reflejo y movimiento.
Cuando la plata de mi río canta
hasta el sol se estremece tal cual un hombre,
lujurioso, frente a los brillos de la amada.
El río turbio y varón y la mujer de plata,
hacen frente a una ciudad desconsolada,
de una manera permanente, el amor.
Después, dibujo una clara princesa
en un nuevo cuaderno
y llego de esa manera a Plaza de España
y no recuerdo si no es con alegría
los primeros años del exilio.
De comer no tenía, seguí diciendo,
y el frío diferente me congelaba
pero caminar por la calle
como si fuera un huérfano,
sin techo y sin amor, me hacía bien,
no exactamente fuerte, pero más precavido:
Ningún viaje más alterará mi vida.
Me quedo aquí, al sur de Europa,
en Madrid, para siempre, escribiendo.
Sin mirar atrás, le dije mirándola a los ojos,
pero tampoco mirando hacia delante,
sin mirar, sentado y escribiendo, eso es todo.
Y ha pasado, mi amor, más de un cuarto de siglo
y aquí me tienes, sentado y escribiendo.
Todo pasó por mí y todo se alejó.
Nunca retuve nada y nunca
dejé que nada se escapara.
Todo lo mío estaba ahí, conmigo
y fui un poema roto o siempre por hacer
una piel enamorada de sí misma o muerta
y las calandrias, eso sí, las calandrias
haciendo círculos ilusorios
sobre la piel del tiempo,
volaban a nuestro lado hasta morir.
Puedo asegurarte, mi amor, que,
exactamente, en medio del dolor,
el espectáculo de las rosas creciendo,
al paso de los años, era maravilloso.
Está bien, dijo ella,
me doy por enterada.
Ella, a veces, pedía cada cosa
•
EN EL POEMA DE AYER TE
PASASTE
En
el poema de ayer te pasaste
¿viste cómo gozaba la putita con tu voz?
en lugar de escucharte, se la pasó distraída,
durante todo el poema, acariciándose,
cuando tan bien le haría escuchar tus palabras.
Bueno, le dije, tratando de calmarla,
a lo mejor me escuchaba y, al mismo tiempo,
se acariciaba,
tratando de unir el cuerpo a la melodía.
Claro, como si eso fuera una cosa fácil
¿o le atribuyes poderes que no tiene
porque ella es una de tus creaciones?
Es
cierto que yo atribuyo a todo el mundo
un escalón más alto o más grande o superior,
mas quiero que se me entienda,
seguiré escribiendo este poema inmenso
pero alguien tiene que saber
que antes de escribir estos versos
yo, a ella, no la conocía.
El
hombre, algo de razón tiene,
dijo ella riéndose, tal vez, de sí misma,
¿quién puede conocer
a quien se muestra para no ser vista,
a quién compra pan cuando lo que tiene es sed?
A ver, ¿quién puede conocer
a quien siendo la inventora del amor
el siglo XX la condenó por no saber amar?
Y, molestándose al hablar con los movimientos
de su cuerpo desnudándose repitió, en voz baja:
El hombre algo de razón tiene...
Tampoco es para tanto, le dije
mientras lentamente aflojaba el nudo
de mi corbata monocolor casi de seda,
no dije, exactamente, que no te conocía a ti,
dije, amor mío, que no conocía a la mujer
y, tampoco, es para tanto,
tú te muestras, no tanto, para no ser vista
sino para que no me vean a mí.
Y no eres, exageradamente, buena
cuando compras el pan y sólo tienes sed,
porque sabes que yo me ocupo del agua
y no veo cómo te condenó el siglo XX,
más bien, el siglo XX te hizo la pelota
te habló de independencia, de amor en libertad
te dijo que habría un dinero con tu nombre
y que, si te capacitabas según su criterio,
te dejaría gobernar junto a los hombres.
Tienes que saberlo, si eres una mujer
el siglo XX, querida, te mintió.
El el poema de ayer te pasaste
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