Revista semanal por Internet Indio Gris
Nº 218. AÑO 2004 JUEVES 30 DE SEPTIEMBRE

FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2004

NO SABEMOS HABLAR PERO LO HACEMOS EN VARIOS IDIOMAS
CASTELLANO, FRANCÉS, INGLÉS, PORTUGUÉS, ITALIANO 

INDIO GRIS ES PRODUCTO
DE UNA FUSIÓN
EL BRILLO DE LO GRIS
Y
EL INDIO DEL JARAMA
LA FUSIÓN CON MÁS FUTURO DEL SIGLO
XXI

Indio Gris


INDIO GRIS Nº 218

AÑO V

25 de Agosto
RECITAL DE POESÍA
"Club de amigos de la Vaca Profana."
MIGUEL MENASSA Y TOM LUPO
RECITAN A GRANDES POETAS:
BORGES, TUÑÓN, BUKOWSKI, OROZCO.

• JORGE LUIS BORGES

LOS JUSTOS

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

  Tom Lupo recitando a Jorge Luis Borges

 

 

LA LLUVIA

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae y cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

  Tom Lupo recitando a Jorge Luis Borges

 

• RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

DOMINGO FERREIRO

Toca la gaita Domingo Ferreiro
toca la gaita... «¡Non queiro, non queiro!»
Porque están llenas de sangre las rías,
porque no quiero, no quiero, no quiero.

Y se secaron los ramos floridos
que ella traía en la falda del viento,
que ella traía a su novio soldado
o pescador, labrador, marinero.

Sobre Galicia ha caído la peste,
ay, los oscuros sargentos vinieron.
Están colgando en los pinos los hombres,
toca la gaita, no quiero, no quiero.

Nuestros hermanos que están allá abajo
pronto vendrán a vengar a los muertos,
pronto vendrán en mitad del verano,
pronto vendrán en mitad del invierno.

El que no ha muerto andará por el monte
y en las aldeas cayeron los buenos.
Ay, que no vayan los lobos al monte,
toca la gaita, no quiero, no quiero.

Ya llegarán las valientes milicias
para acabar con la hez del desierto.
Ya llegarán en mitad de la Historia,
ya llegarán en mitad de los tiempos.

Toca la gaita... ¡que baile el obispo!
Toca la gaita, no quiero, no quiero.
Porque no es hora de fiesta en España,
porque no quiero, no quiero, no quiero.

Ya llegarán los soldados leales
para acabar con los pájaros negros,
ya llegarán en mitad de la Biblia,
ya llegarán en mitad de los muertos.

Toca la gaita. ¡Que baile la víbora!
Toca la gaita, no quiero, no quiero.
Porque la gaita no quiere que toque.
Porque se ha muerto Domingo Ferreiro.

  Miguel Oscar Menassa recitando a Raúl González Tuñón

 

LA CALLE DEL AGUJERO EN LA MEDIA

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.

Yo conozco la música de un barracón de feria 
barquitos en botellas y humo en el horizonte.

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.

Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazos tendidos.

Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos.

Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era el hombre feliz.

¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?

¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?

¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verdura con colores alegres?

Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento en primavera.

El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!

Esto es simple, querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.

Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda,
alegres en lo alto de una calle cualquiera.

Alegres las campanas con una nueva voz.

Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.

Sólo yo voy por ella con mi dolor desnudo,
sólo con el recuerdo de una mujer querida.

Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.

Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.

  Miguel Oscar Menassa recitando a Raúl González Tuñón

 

• CHARLES BUKOWSKI

AH SÍ, AH SÍ

Ah sí, ah sí
lleva mucho tiempo darse cuenta
que hay peores cosas que estar solo
generalmente uno se da cuenta demasiado tarde
y no hay peor cosa que
demasiado tarde.

  Tom Lupo recitando a Charles Bukowski

 

 

MANEJANDO A TRAVÉS DEL INFIERNO

La gente está exhausta, infeliz y frustrada.
La gente es amarga y vengativa.
La gente está engañada y temerosa.
La gente es iracunda y mediocre
y yo manejo entre ellos en la autopista
y ellos proyectan lo que les han dejado de sí mismos
en su manera de manejar.

Algunos más odiosos
algunos más disimulados que otros.
Algunos no les gusta que los pasen e intentan evitar que otros lo hagan.
Algunos intentan bloquear los cambios de carril.
Algunos odian los autos más nuevos, más caros,
otros en esos autos odian los autos más viejos.

La autopista es un circo de ilusiones
chiquitas y baratas,
es la humanidad en movimiento.
La mayoría viviendo de un lugar que odia
yendo a otro lugar que odia todavía más.

Las autopistas nos enseñan
en qué nos hemos convertido
y muchos de los choques y muertes son la colisión
entre seres incompletos
entre vidas penosas y dementes.

Cuando manejo por las autopistas
veo el alma de mi ciudad
y es fea, fea, fea
veo el alma de mi nación
y es fea, fea, fea.
Los vivos han estrangulado su corazón.

  Tom Lupo recitando a Charles Bukowski

 

FLORES PODRIDAS

Flores podridas,
moscas atrapadas en telarañas
motines, rugidos de leones enjaulados
payasos enamorados de billetes
naciones que trasladan a la gente como peones de ajedrez.

Ladrones a la luz del día
con maravillosas esposas y vinos por las noches.

Las cárceles atestadas
estas y otras cosas
demuestran que la vida gira
sobre un eje podrido.

Pero nos han dejado un poco de música
y un póster clavado en un rincón,
un vaso de whisky

una corbata azul
un delgado volumen de poemas de Rimbaud
un caballo que corre como si el diablo
le estuviera retorciendo la cola
y después de nuevo el amor
como un coche que dobla la esquina puntual
el vino y las flores,
el agua corriendo a través del lago
y verano e invierno
y verano y verano y de nuevo invierno
y verano e invierno.

  Tom Lupo recitando a Charles Bukowski

 

 

SÍ, SÍ

cuando Dios creó el amor no ayudó mucho
cuando Dios creó a los perros no ayudó a los perros
cuando Dios creó las plantas no fue muy original
cuando Dios creó el odio tuvimos algo útil
cuando Dios me creó a mí, bueno, me creó
cuando Dios creo al mono estaba dormido
cuando creó a la jirafa estaba borracho
cuando creó las drogas estaba colocado
cuando creo el suicidio estaba deprimido

cuando te creó a vos durmiendo en la cama
sabía lo que hacía
estaba borracho y colocado
y creó las montañas y el mar y el fuego
al mismo tiempo

cometió algunos errores
pero cuando te creó a vos durmiendo en la cama
consiguió de veras algo para Su Bendito Universo.

Tom Lupo recitando a Charles Bukowski

 

• OLGA OROZCO

 

GÉNESIS

No había ningún signo sobre la piel del tiempo.
Nada. Ni ese tapiz de invierno repentino que presagia las
                          [garras del relámpago quizá hasta mañana.
Tampoco esos incendios desde siempre que anuncian una
                          [antorcha entre las aguas de todo el porvenir.
Ni siquiera el temblor de la advertencia bajo un soplo de
                         [abismo que desemboca en nunca o en ayer.
Nada. Ni tierra prometida.
Era sólo un desierto de cal viva tan blanca como negra,
un ávido fantasma nacido de las piedras para roer el sueño
                                                                          [milenario,
la caída hacia afuera que es el sueño con que sueñan las
                                                                           [piedras.
Nadie. Sólo un eco de pasos sin nadie que se alejan
y un lecho ensimismado en marcha hacia el final.

Yo estaba allí tendida;
yo, con los ojos abiertos.
Tenía en cada mano una caverna para mirar a Dios,
y un reguero de hormigas iba desde su sombra hasta mi
                                                         [corazón y mi cabeza.

Y alguien rompió en lo alto esa tinaja gris donde subían a
                                                           [beber los recuerdos;
después rompió el prontuario de ciegos juramentos heridos
                                                                           [a traición
y destrozó las tablas de la ley inscritas con la sangre
                                       [coagulada de las historias muertas.
Alguien hizo una hoguera y arrojó uno por uno los fragmentos.
El cielo estaba ardiendo en la extinción de todos los infiernos
y en la tierra se borraban sus huellas y sus pruebas.
Yo estaba suspendida en algún tiempo de la expiación
sagrada;
yo estaba en algún lado muy lúcido de Dios;
yo, con los ojos cerrados.
Entonces pronunciaron la palabra.

Hubo un clamor de verde paraíso que asciende desgarrando
                                                             [la raíz de la piedra,
y su proa celeste avanzó entre la luz y las tinieblas.
Abrieron las compuertas.
Un oleaje radiante colmó el cuenco de toda la esperanza aún
                                                                      [deshabitada,
y las aguas tenían hacia arriba ese color de espejo
                                    [en el que nadie se ha mirado jamás,
y hacia abajo un fulgor de gruta tormentosa que mira desde
                                                      [siempre por primera vez.
Descorrieron de pronto las mareas.

Detrás surgió una tierra para inscribir en fuego cada pisada
                                                                       [del destino,
para envolver en hierba sedienta la caída y el reverso de cada
                                                                         [nacimiento,
para encerrar de nuevo en cada corazón la almendra del
                                                                             [misterio.
Levantaron los sellos.
La jaula del gran día abrió sus puertas al delirio del sol
con tal que todo nuevo cautiverio del tiempo fuera
                                             [deslumbramiento en la mirada,
con tal que toda noche cayera con el velo de la revelación a
                                                              [los pies de la luna.
Sembraron en las aguas y en los vientos.
Y desde ese momento hubo una sola sombra sumergida en
                                                                     [mil sombras,
un solo resplandor innominado en esa luz de escamas que
                           [ilumina hasta el fin la rampa de los sueños.
Y desde ese momento hubo un borde de plumas
                              [encendidas desde la más remota lejanía,
unas alas que vienen y se van en un vuelo de adiós a todos
                                                                        [los adioses.
Infundieron un soplo en las entrañas de toda la extensión.
Fue un roce contra el último fondo de la sangre;
fue un estremecimiento de estambres en el vértigo del aire;
y el alma descendió al barro luminoso para colmar la forma
                                                      [semejante a su imagen,
y la carne se alzó como una cifra exacta,
como la diferencia prometida entre el principio y el final.
Entonces se cumplieron la tarde y la mañana
en el último día de los siglos.
Yo estaba frente a ti;
yo, con los ojos abiertos debajo de tus ojos
en el alba primera del olvido.

  Miguel Oscar Menassa recitando a Olga Orozco

 

VARIACIONES SOBRE El TIEMPO

Tiempo:
te has vestido con la piel carcomida del último profeta;
te has gastado la cara hasta la extrema palidez;
te has puesto una corona hecha de espejos rotos y lluviosos
                             [jirones,
y salmodias ahora el balbuceo del porvenir con las
            [desenterradas melodías de antaño,
mientras vagas en sombras por tu hambriento escorial,
                                     [como los reyes locos.
No me importan ya nada todos tus desvaríos de fantasma
                     [inconcluso,
miserable anfitrión.
Puedes roer los huesos de las grandes promesas en sus
                   [desvencijados catafalcos
o paladear el áspero brebaje que rezuman las decapitaciones.
Y aún no habrá bastante.
hasta que no devores con tu corte goyesca la molienda final.
Nunca se acompasaron nuestros pasos en estos entrecruzados 
                 [laberintos.
Ni siquiera al comienzo,
cuando me conducías de la mano por el bosque embrujado
y me obligabas a correr sin aliento detrás de aquella torre
                          [inalcanzable
o a descubrir siempre la misma almendra con su oscuro sabor
                                    [de miedo y de inocencia.
¡Ah, tu plumaje azul brillando entre las ramas!
No pude embalsamarte ni conseguí extraer tu corazón como
                                        [una manzana de oro. 
Demasiado apremiante.
fuiste después el látigo que azuza,
el cochero imperial arrollándome entre Ias patas de sus bestias.

Demasiado apremiante
me condenaste a ser el rehén ignorado,
la víctima sepultada hasta los hombros entre siglos de arena.
Hemos luchado a veces cuerpo a cuerpo.
Nos hemos disputado como fieras cada porción de amor,
cada pacto firmado con la tinta que fraguas en alguna
                                       [instantánea eternidad.
cada rostro esculpido en la inconstancia de las nubes viajeras,
cada casa erigida en la corriente que no vuelve.
Lograste arrebararme uno por uno esos desmenuzados
                                 [fragmentos de mis templos.
No vacíes la bolsa.
No exhibas tus trofeos.
No relates de nuevo tus hazañas de vergonzoso gladiador en  
                         [las desmesuradas galerías del eco. Tampoco yo te concedí una tregua. 
Violé tus estatutos
Forcé tus cerraduras y subí a los graneros que denominan
                                                    [porvenir.
Hice una sola hoguera con todas tus edades.
Te volví del revés igual que a un maleficio que se quiebra
o mezcle tus recintos como en un anagrama cuyas letras
                       truecan el orden y cambian el sentido.
Te condensé hasta el punto de una burbuja inmóvil,
opaca, prisionera en mis vidriosos cielos.
Estiré tu piel seca en lenguas de memoria, 
hasta que la horadaron los pálidos agujeros del olvido.
Algún golpe de dados le hizo vacilar sobre el vacío inmenso entre dos horas. 

Hemos llegado lejos en este juego atroz, acorralándonos
                      [el alma

Se que no habrá descanso,
y no me tientas, no, con dejarme invadir por la plácida sombra,
              [de los vegetales centenarios,
aunque al final de todo estés de pie, recibiendo tu paga
el mezquino soborno que acuñan en tu honor las roncas 
                       [maquinarias de la muerte,

mercenario.

Y no escribas entonces en las fronteras blancas "nunca más"
con tu mano ignorante,
como si fueras algún dios de Dios,
un guardián anterior, el amo de ti mismo en otro tú que
                   [colma las tinieblas.
Tal vez seas apenas la sombra más infiel de alguno
                [de sus perros. 

  Miguel Oscar Menassa recitando a Olga Orozco

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