INDIO GRIS

REVISTA UNIPERSONAL DE RECOLECCIÓN DE BASURA
Nº 20. AÑO 2000 JUEVES 12 DE OCTUBRE
FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2000

NO SABEMOS HABLAR PERO LO HACEMOS EN VARIOS IDIOMAS
CASTELLANO, FRANCÉS, INGLÉS, ALEMÁN
ÁRABE, PORTUGUÉS, ITALIANO Y CATALÁN

INDIO GRIS, ES PRODUCTO
DE UNA FUSIÓN
EL BRILLO DE LO GRIS
Y
EL INDIO DEL JARAMA
LA FUSIÓN CON MÁS FUTURO DEL SIGLO
XXI

Indio Gris


INDIO GRIS Nº 20

1

16 de diciembre de 1988. 
Querido Sergio, hermano: 

Ayer fui a la Escuela a la presentación del libro de Poni, que me gustó y fue todo muy bonito. 
Pero, antes de llegar, intenté ir yo solo con mis propios medios a la escuela a las seis de la tarde. Salí a la calle y sentí un poco de frío. Después, parado en la esquina de Porlier y Lista, esperando un taxi que no vino, casi me congelo, sentí que no tendría fuerzas para volver a la consulta. 
Volví y esperé que alguien en la Escuela me viniera a buscar y me llevara hasta la Escuela y así llegué lo más bien, pero en verdad me sentí dependiente.
A la vuelta, volví, por casualidad, con tres mujeres. 
Hoy a la mañana el dolor estaba exaltado y tosí varias veces fuerte y eso me dolió. 
Esta noche lo intentaré de nuevo, daré una clase sobre determinación en psicoanálisis y mañana te podré contar en el encuentro cómo fue que lo hice.
Al apoyarme sobre la silla, que ayer lo hacía sin dolor, hoy me duele, esto quiere decir con claridad que la calle me duele.

La calle me hace doler. ¡Qué barbaridad!

Ahora, la semana que viene, tomaré vacaciones del 22 de diciembre al 9 de enero y me quedaré todo ese tiempo en Arganda. Esta vez quiero saber, más o menos, lo que me pasó.
A veces, en esas largas horas de soledad, me pregunto si no habrán sido mis amores de juventud los que dieron a mi vida este rumbo que tan difícil me resulta transitar.

Junto con la escritura de la novela no sólo choqué contra una farola sino que, también, choqué contra mi propia esclavitud.
Soy un ser dependiente y eso, parece mentira, me ensombrece.

Como si me diera cuenta, ahora, ya en la mitad de la vida, que he nacido. Y que eso no ocurre porque sí.
Un hombre y una mujer debieron encontrarse en algún sitio. 
Alguien me amamantó, alguien me cubrió por las noches para que no muriera.
Seguramente debe haber habido un hombre trabajador, para que hubiera leche, para que hubiera noche. 
Y bueno, lo reconozco: yo, también, he nacido.

Yo también tuve la valentía de nacer, esa cosa positiva de atravesar la vía regia, a la vida. Pero también tuve esa cosa negativa de dejarme amamantar. Esa pasividad para que ella me cubriera por las noches.
Y así, pequeño, ella me fue haciendo de carne y hueso, era lo que sabía.
Me puso un corazón, porque de eso le sobraba. Tres o cuatro deseos, ella tenía miles.
Me enseñó a caminar, para mostrarle a su hombre que ella, también, valía. 
Con la palabra fue de lo más fácil: mi padre llegó un día y le dijo, "deja al nene tranquilo" y ella, mirándome con ternura a los ojos, me dijo a su vez, "nene, déjame tranquila" y yo entendí todo y al otro día pronuncié mis primeras palabras.

Ya pasaron unas seis horas o más, atendí ininterrumpidamente a 8 (ocho) pacientes y cuando me disponía a ir a la Escuela a dar mi clase de los viernes, que hace dos viernes que no voy por el accidente, me llamaron por teléfono, primero una y después otra de las jefas del Cero, para decirme que no fuera, que habría no se qué cosa que me haría mal. Acepté sin protestar no ir a la escuela y aquí estoy, escribiéndote.

No fumé ningún tabaco pero desde la mañana tengo la boca seca y me acuerdo de aquellos desiertos, cuando ni una gota de amor se encontraba en kilómetros.

Sigo sin entender lo del accidente, ya que escribir novelas me resulta aún más fácil que pintar y cuando pintaba no tuve necesidad de ningún accidente.

Será, me digo, que la pintura es aún poesía.

Ahora, en unos minutos más apenas, me desnudaré e intentaré un baño, luego un porro y ya vendrá a visitarme La Negra, pienso garchármela sin que se de cuenta. La Negra sigue teniendo esas cosas de la juventud, si no se lo dices tres o cuatro veces, por ahí, ni se da cuenta, después ¿viste? es imposible pararla.

De cualquier manera, después me gustaría algo más, teniendo en cuenta que hoy es viernes y que mañana no se trabaja y vos vendrás a hacerme una visita en la jaula de cristal donde me tienen encerrado y así, me digo, tendré algo que contarle a Sergio, que para algo es mi amigo.

Todavía estoy apesadumbrado por el día de hoy, no me animo ni a sacarme los zapatos y eso que algo me molestan.

La verdad, estoy justo como para hacer de abuelo, me duele la cintura y camino como un boludo de 130 años. Y los movimientos sublimes y violentos que soy, todavía, capaz de realizar haciendo el amor no tengo que andar contándoselos a todo el mundo. Así que, esta vez, querido hermano, me toca hacer de abuelo.

Algo ya no será después de esta visita.
Nuevas cosas serán después de esta visita.
Un hombre perseguirá su sombra hasta el final.
Un hombre sólo vivirá para contarlo.
Y eso era lo que quería llegar a confesarte: soy un escritor.

Vivo, sólo, para dejarlo escrito.
Por eso es que tanto, por eso es que no tengo descanso. Me siento impulsado a hacerle un bien a toda la humanidad y, después del accidente, mucho más todavía.
El viernes del accidente, en mi clase, hablé de las diferencias sustanciales que existen entre el Dios del capitalismo y el Dios cristiano que, para mencionarlo, dije "nuestro Dios".
Inmediatamente después, fue el accidente: Mortal, del cual salí ileso. Fue fácil darme cuenta qué es lo que había sucedido. El Dios cristiano, nuestro Dios, quiso reafirmar mi fe naciente y ensayó provocando un accidente mortal y haciéndome salir del accidente mortal, perdón por la repetición, ileso.
Cuando bajé del coche que había quedado todo destruido, lo primero que escuché decir fue, claramente, lo siguiente:

"Hombre, se ha salvado porque guiaba Dios".

Cómo no creer en esa frase providencial que, por un lado, afirmaba la existencia de Dios y, por otra parte, me distanciaba de seguir pensando que yo mismo había sido el que se había querido matar.
De esa manera, no era yo el que había provocado el accidente sino Dios y fue, entonces, su misericordia y no mi pericia al volante lo que me salvó.

Cuando La Negra llegó, nos besamos de manera diferente a días anteriores.
Ella se acercaba con miedo, por mi dolor en la cintura, pero hoy al vernos fue increíble, me besó y me abrazó como si yo fuera un joven sano y fuerte y yo me sentí así, como ella me abrazaba.
Yo estaba esperándola desnudo y ella, luego me contó, cuando me vio sin barba llegó a sentir que el accidente me había rejuvenecido. Después, cuando hacíamos el amor, me dijo, por lo menos tres veces: ¡Qué pija! ¡Qué pija! ¡Qué pija!

Ella se puso de costado, con las piernas recogidas y abiertas y yo me metí entre sus piernas. Su pierna izquierda apoyaba directamente sobre mi dolor.
Primero sentí un gran dolor, luego, los suaves movimientos de su pierna sobre mi dolor me fueron aliviando. Después, aún, cuando se la metí francamente en la concha, ella me chupaba la teta izquierda con frenesí. Y, antes de corrernos, alcancé a meterle dos dedos en el culo.

Ella, mientras nos corríamos dio un grito fuerte, gutural.
Ya no me dolía la cintura pero quedé sin fuerzas, relajado, limpio. 
Después del buen polvo con La Negra, todas mis fantasías de orgías nocturnas se diluyeron frente al televisor.

Esta mañana me costó, exactamente, una hora resucitar. Y eso aún no es vejez, pero son cincuenta años ¿Viste? algo es algo

La lucha entre el Dios cristiano, trascendente y nuestro y el Dios capitalista inmanente y ajeno a nuestro espíritu, es encarnizada y violenta.

2

5 de mayo de 1989, Madrid
Querido Sergio: Han pasado casi seis meses desde la carta anterior y muchas cosas han pasado. Ya no me duele, ya no le tengo miedo a la calle y el asunto de Dios se diluyó en la publicación concreta de la novela.

Ya pasó tu lectura y ya pasó que yo fui feliz con tu lectura y me hubiera gustado publicar cien mil ejemplares de tus notas sobre la novela pero, después, también llegué a pensar que no podía andar por la vida haciendo lo que se me ocurre y eso me tranquilizó.
Hace unos días que me digo que nada de estudio y nada de andar escribiendo. Toda la energía tiene que estar puesta al servicio de que otros del grupo puedan publicar. Eso nos hará verdaderamente grandes.

No sólo han pasado los días, desde el accidente o desde la última carta, sino que me fui atontando.
Dejé correr tanta agua que ahora tengo la boca seca.
Te lo digo así, de repente, me gustaría cambiar de vida, algo diferente a la vida de mis padres, tanta tranquilidad, tanta paz hasta el día de su muerte. A mí me gustaría que haya movimiento, zozobra, algo de viento, luz. Dinero y esas cosas del sexo. Alguna imagen, algún deporte, una ciencia, si acaso, dirigir una empresa en ascenso. 
Bueno, a veces pienso que ya cambió mi rumbo y, a veces, me siento tan lejano.

3

CUMPLIR 60 AÑOS

PRISIONERO

    Prisionero soy de una larga condena 
    porque la palabra no otorga libertad.
    Digo huella y huella se hace carne en mí,
    arrugas con el tiempo, dolores del amor.

    Huella, te digo y existen los caminos,
    huella de mí y, al menos, en soledad
    algún sendero, algo, habré conocido
    algún paso habré dado al comenzar.

    Huella del alba anuncia que el sueño terminó.
    Que viene el universo, la mujer y el hombre,
    que el mundo todo viene para hacer poesía
    y la vida, ahí, viene la vida que se terminará.

    Digo árbol y el verde forja toda mi realidad.
    Verdea el corazón de las mujeres ancianas,
    pone en el centro del corazón de mi amada,
    la esmeralda perdida que brilla en el silencio.

    Y cae, hasta llegar a su verdad de musgo,
    verde que se detiene para que el mundo,
    se piense florecido, húmedo, inquietante,
    verde de amor muriendo sobre la hierba.

    Digo decir y a borbotones  de cataratas,
    de mundo, se hacen plenas las palabras.
    La mujer que nada en mí veía, al hablar,
    vio de pronto sólo una luz en mi mirada.

     Mirada de fiera, selva acorralada de luz.

    Mujer, decir mujer, abrir ese destino:
    ennoblecer el llanto, encumbrar el amor,
    poner gacelas en el andar del caminante,
    sonidos de agua y pájaros en su cantar.

    Violín herido subiendo entre tus piernas.

    Digo violín, amada, digo violín herido
    y un aullido espectral hace del alma,
    callada y quieta melodía desesperada,
    abre tus ojos al agudo vacío del amor.

    Digo ferrocarril y viajo sin detenerme nunca
    haciendo siempre ruido desde el oriente al sur.
    Y máquinas y obreros y fiestas de vendimias
    y muertes que su destino nunca encontrarán.

    Tren del Oeste digo y crujen las praderas,
    una bala de plata atraviesa los ojos de la noche
    un caballo blanco muere de sed en el desierto
    y la mujer de los rizos dorados muere de amor.

    Caballos, ¡imaginad! caballos atados a sí mismos,
    atrapados por la velocidad de liberarse y volar,
    caer como las piedras de la montaña al río,
    llegar al fondo de las cosas sin dejar de caer.

    Digo cerdo, lombriz, serpiente y pájaro
    y el sexo se deslumbra de sí mismo,
    abre las piernas, abre las piernas y habla,
    dice del mar cosas como verde-azuladas.

    Se arrastra, se arrastra antes de volar.
    Y cuando se arrastra goza y cuando vuela
    y cuando cae, nácar o plata es su sonrisa    
    y se arrastra por el dolor y goza de la vida.

    Y vuela y se deshace de besos y de luces,
    sexo de amor, le digo, de la vida viviendo.
    Poema, libertad, guerra contra el hambre,
    dulzura del decir quiero vivir en el deseo.

    Y digo muerte y aunque no lo dijera,    
    poeta enmudecido, igual he de morir.    
    Por eso que la palabra nos condena,
    cuando hablamos, al goce y al deseo.

    Sin libertad, prisionero de la palabra
    con la alegría de haber sido hombre,
    con el alma ya lanzada a los vientos,
    sin dejar rastros, mi cuerpo morirá.    

"Esta novela es un monumento al deseo, no a su satisfacción, y el deseo no cabe en moldes ni normas".

                                       Leopoldo de Luis

"Menassa hace del erotismo una verdadera enciclopedia de las relaciones sexuales".

Juan-Jacobo Bajarlía


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