INDIO GRIS

REVISTA UNIPERSONAL DE RECOLECCIÓN DE BASURA
Nº 12. AÑO 2000 JUEVES 17 DE AGOSTO
FUSIONA - DIRIGE - ESCRIBE Y CORRESPONDE: MENASSA 2000

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DE UNA FUSIÓN
EL BRILLO DE LO GRIS
Y
EL INDIO DEL JARAMA
LA FUSIÓN CON MÁS FUTURO DEL SIGLO
XXI

Indio Gris


INDIO GRIS Nº12

1

LAS MEMORIAS DEL DOCTOR RAFA SÁNCHEZ

   Claramente, había llegado a un extremo de la vida, por lo menos de la mía.

   No había nada que me llamara la atención, ni siquiera mis propios libros escritos. Las mujeres que, en su momento, habían sido el único mundo posible me producían, sencillamente, indiferencia y, en algunos casos especiales, rechazo. Las grandes conversaciones, con los grandes amigos, que habían sido durante toda mi vida el aliento vital de mi existencia, en general me aburrían o me resultaban insoportables.

   Me sentía bien de salud, sano desde que había, hace tres años, dejado de fumar y beber alcohol y me cuidaba en las comidas. Me sentía fuerte, con ganas de vivir pero quedaba claro que, a pesar de mis ganas, el entorno, la gente que me rodeaba, el paisaje que me rodeaba, habían perdido para mí todo su interés.

   Me levantaba todas las mañanas a las siete, me bañaba, me afeitaba día por medio, me vestía, bebía un té sin azúcar y emprendía mi camino al trabajo.

   El trabajo lo realizaba bien, mis clientes me pagaban y parecía que les iba bien, eso sí, sin mucho entusiasmo, pero el trabajo lo realizaba bien.

   Después, siempre sin entusiasmo leía el diario, la parte de convocatorias y me paseaba todas las tardes de conferencia en conferencia, sin importarme mucho el tema sino, más bien, la situación en sí misma producía alguna luz en toda mi oscuridad. No que entendiera los temas o me gustaran las mujeres que concurrían, sino que algunos conferenciantes ponían en la cosa tal entusiasmo que en algunos instantes conseguían, de alguna manera, entusiasmarme a mí también.

   Un día, una ex-amante, Lola la Turbia, con la cual vivimos situaciones insospechables para dos personas de bien, como nosotros dos nos preciábamos, me recomendó pedirle una entrevista al Dr. Menassa.

   -Yo misma, hace dos años que voy a verlo. A mí, -me dijo Lola- me sacó de una depresión inolvidable, me pasaban cosas peores que las que te pasan a ti y, sin embargo, aquí me tienes, llena de vida, de esperanzas.

   La miré extrañado de que, en lugar de invitarme a echarnos un polvo como hacíamos antaño, me aconsejara conversar con un hombre. Ella, como si me hubiera escuchado pensar, me dijo, con insistencia:

   -No es un hombre cualquiera, es un psicoanalista argentino que hace más de 20 años que vive en Madrid. Es muy amable, muy cariñoso, escribe versos.

   En verdad, dejé pasar lo que me dijo Lola y seguía en mis trece, a mis pacientes les iba bien, yo seguía aburriéndome con todo pero igual me levantaba a la mañana y emprendía todos los días la vida como si fuera a vivir mil años, aburrido, sin que nada me llamara la atención, pero la vida me gustaba.

   Una de tantas tardes, leyendo las convocatorias, vi una que me estremeció: A las 19hs, DUELO Y MELANCOLÍA por el Dr. Menassa, en la Escuela de Psicoanálisis y Poesía. Lo pensé repetidas veces, en varias de esas veces, sentí que había llegado mi oportunidad. Iría a escucharlo y luego en el coloquio le hablaría de mi problema o le pediría una entrevista o me haría notar de alguna manera y si él tenía ese don de gentes que le atribuía Lola, se daría cuenta de algo y así comenzaríamos la relación.

   Debo confesar que ese día no pude escuchar del todo lo que me decían mis últimas pacientes, estaba enfrascado en fantasear el encuentro con el Dr., aunque me pareció que Concha Estable dijo que iría a escuchar la misma conferencia y en uno de sus párrafos creo que algo lo halagó, diciendo que a ella le encantaba escuchar a ese hombre y que muchas veces había fantaseado en tener algún tipo de relación. 

-No sé -dijo- con tal de estar cerca hasta le pediría análisis. 

    Se interrumpió para dar un pequeño grito de dolor por la maniobra que yo le estaba realizando. Al notar que la tumoración que ya había palpado el mes anterior había crecido, le pedí dos o tres análisis y aproveché para decirle que a lo mejor le haría bien algo de psicoterapia.

   Sin saber lo que hacía y sin conocerlo, ya le había, de alguna manera, derivado una de mis pacientes. Llegué a imaginar que la relación con ese hombre cambiaría mi vida actual, porque yo en una época había sido casi todo lo contrario. Fumaba, bebía, todo me entusiasmaba, todas las mujeres me parecían hermosas y entretenidas y en mis mejores épocas, alrededor de mis 50 años, llegué a estar con tres o cuatro mujeres en un sólo día. Y cuando sentía que no podría bien o no podría del todo, con la ayuda de otra mujer o de algún amigo, podía.

Antes de salir, le dije a Concha Estable que me esperara, que yo también iría a la conferencia. Enfrascado en todos estos pensamientos, mientras bajábamos en el ascensor llegué a sentir cierta atracción por Concha, a quien miré sostenidamente a los ojos y creo, no estoy seguro de eso, ella se sonrojó, cuando me dijo: 

-Qué bella mirada, Usted en su juventud debe haber sido un hombre terrible. 

Y yo, como si el Dr. Menassa ya me hubiera empezado a curar antes de conocerlo, le dije con la mayor tranquilidad mientras abría las puertas del ascensor:

-Aunque un poco menos joven, no he dejado de ser terrible.- Y en ese momento sentí algo en mi zona genital y creo, aunque no puedo asegurarlo que yo también algo me sonrojé.

El viento helado de los primeros días de enero puso las cosas en su lugar y Concha me invitó a llevarme en su coche, un sport amarillo de 300 caballos. Allí sentada, con la falda sobre la rodilla para facilitar el manejo, Concha comenzó a parecerme hermosa y durante el trayecto hasta el Parque del Oeste, llegué a confundir en dos o tres oportunidades el rugido del motor, con sus pequeños aullidos de goce entre mis brazos. Ella, de algo se estaba dando cuenta, cuando al bajar del automóvil me dijo con algo de intención:     

-Venía muy distraído-, como para darme pie de que yo le contestara que venía pensando en hacer el amor con ella, pero no le dije nada y casi de golpe, sin darnos cuenta, estábamos sentados en un aula con capacidad para 50 personas un poco amontonadas y lo que más llamaba la atención eran unos rostros al óleo que, rodeando toda el aula, lo miraban a uno, de una manera poco clara pero insistente.

Era una voz tensa, fuerte, cantarina, suave, arrebatadora, por momentos, insinuante, amable. El Dr. Menassa dejaba correr las palabras como si fueran las aguas cristalinas de un torrente imparable: 

-Estamos tratando de ver qué es aquella fuerza desestabilizadora  capaz de hacer que un hombre atente contra su propia vida. ¿Cuál -y dejando un silencio escalofriante- el dolor capaz de doblegar de esa manera una personalidad, una vida?

Concha Estable me miraba de tanto en tanto como queriendo afirmar sus palabras con respecto al Dr. y Lola que había llegado tarde acompañada de Ludovica, me hacía señas con el cuello como diciéndome: "Éste es el hombre que te sacará de tu inercia, de tu impotencia." 

-No hay manera de explicarse el problema -continuaba el Dr.- sino pensando que la persona deprimida tiene un enemigo atroz a quien quiere, con todas sus energías, hacer desaparecer o al menos castigar de tal manera que la muerte esté presente en ese castigo. Mas este aprendiz de asesino en el que se ha transformado el melancólico, no sabe que su víctima es él.

Al dejar sin fuerzas a su enemigo, es él mismo el que se queda sin fuerzas. 

En ese momento me escuché diciendo en voz  baja: como me pasa a mí, el Dr. dice lo que me pasa a mí. Pero no entiendo a quién quiero matar, quién me ha hecho tanto daño, a quién quise tanto, que ahora quiera exterminarlo.

-... Al concluir su tarea, matar al enemigo, es él mismo el que ha muerto.

Por eso (y ahí el silencio, la entonación del silencio era para que cada uno de los oyentes, yo entre ellos, nos diéramos cuenta que lo que iría a decir era, en realidad, el motivo más importante de ese encuentro) es absolutamente necesario intervenir a tiempo con este tipo de pacientes, un día más, unas horas más es la diferencia entre la vida y la muerte. Y a pesar de que no me canso de alertar, todas las veces que me es posible a las autoridades, éstas permanecen sordas a mis reclamos y a los reclamos del 50 por ciento de la población que, unos más, otros todavía peor, padecen de algún grado de depresión.

Y ahora, directamente, se puso a hablar de mi problema: 

-Muertos o muertos en vida, desganados, indiferentes, ajenos a todo, incapacitados para gozar, incapacitados para permitirse cualquier tipo de alegría o descanso, viven pero nada les sucede de aquello que, ellos mismos, piensan que es la vida.

Víctima y asesino, reunidos en una sola caricia.

Concha Estable se acercó a mi oído para decirme: "Qué bella esa frase..." y yo sentía que su voz era, al mismo tiempo, voz y caricia y mientras le tomaba la mano con fuerza a Concha Estable, miraba con extrema lujuria y alternativamente, las piernas casi desnudas de Ludovica y los encantadores pechos de Lola la Turbia.

Cuando el Dr. terminara su conferencia intentaría hablar, hacer alguna pregunta. Mientras tanto, su voz era una canción que nos permitía a mí y a esas tres mujeres que me parecían hermosas, mirarnos a un ritmo enloquecedor y, al mismo tiempo, darnos cuenta que estábamos comenzando una nueva historia y que, de alguna manera, se la deberíamos al Dr. Menassa.

De golpe, otra frase frenética: 

-El sexo es lo único que puede oponerse a la muerte.- Y las piernas de Ludovica se movían acompasadamente y las tetas de Lola se levantaron hasta dos centímetros y Concha Estable, absolutamente corrompida por las palabras, apretó su rodilla derecha contra la mía y puso con delicadeza y entusiasmo una de sus manos entre mis piernas. Ludovica, en una de sus miradas sobre nosotros, se encontró con el movimiento de Concha y sonrojada agachó la cabeza, tal vez avergonzada, tal vez llena de deseos.

El que no salía de su asombro era yo, en pocas horas mi vida se estaba transformando. Como hacía unos años atrás, con algunas palabras que ni siquiera yo había pronunciado y con algunos movimientos de ojos, había puesto cachondas a tres mujeres, con ellas y conmigo. El resultado obtenido hasta el momento, y eso que la conferencia no había concluido aún, era mucho más de lo que yo, con optimismo, hubiera esperado.

2

    En 1985 ya decía: El destino me está jugando una mala pasada. La escritura, el arte, el amor, algo del pensamiento iban quedando, poco a poco, diluidos en la política.

3

Lleno de esperanzas, ningún hombre puede realizar ninguna tarea.

Poesía, joya descuartizada para que a todos tocara tu milagro

4

25 DE JUNIO DE 1985, MADRID

Voy a ir a Buenos Aires, pero no sé si podré alguna otra cosa además de ir.

Si quiero que el viaje a Buenos Aires sea un verdadero negocio, tendré que concebir una política. En principio, abandonar todos los fantasmas, hasta los propios. Tengo que poder hablar de una manera abierta, llana.

El encuentro con mi madre en mi país natal, después de casi diez años, debe ser algo maravilloso.

5

En Madrid la gente tiene miedo (es decir, deseos) de que me quede en Argentina. Yo pienso que preferiría que no hubiese tanto deseo colectivo de que yo vuelva a mi Patria para siempre.

    La soledad, mi amor -gritaba el condenado- es buena cuando no queda otro camino.

6

5 DE JULIO DE 1985, MADRID

Querida hermana Norma: 

En pocos días más estaré en Baires. Hoy mismo estoy un poco desordenado. Mis productos me exceden. Mi pobre niño necesita compañeros de juego.

¡¡¡Qué risa y qué miedo!!! Viajar desde el 26 de julio al 7 de septiembre.

Buenos Aires, ya estás cerca, te tengo, trámites realizados, a tiro de avión. Estoy empecinado en creer que todo cambiará.

7

Siniestro fue el amor que me tuviste. Querida, lo recuerdo, eras como un tambor enloquecido golpeado sin piedad, llamando a la muerte.

Mi amor fue todo lo que pude con mi canto. Hoy ensayo para ti, acústica serpiente enamorada, una voz gutural, ardiente, una voz poco común.

Le di, le di con un martillo
le di, con intención de darle.
Apreté su cabeza, su corazón,
sus ilusiones entre palabras.

8

Espero poder producir lo imposible. Espero poder salirme de mí mismo.

9

SEPTIEMBRE DE 1982

En el libro La Interpretación de los Sueños, hay una estructura productiva de conocimiento que produce la Teoría del Inconsciente. Teoría que no preexiste en toda la elaboración freudiana anterior y, mucho menos, en le elaboración de la psicología o psiquiatría de la época.

El inconsciente no juzga ni calcula. El inconsciente habla, se anticipa, imponiendo como exigencias de ser:

Que no se lo interrumpa, que se lo deje hablar, que se permita el movimiento de las asociaciones, llamadas libres, que él mismo sobredetermina.


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